El asombro
Maestra Cuquita Sandoval Olivas
Una
hoja en blanco frente a los ojos, miles de ideas revoloteando por la cabeza;
pensamientos, emociones, sentimientos y recuerdos que buscan la sinapsis para
convertirse en letra viva, en texto que pueda captar el interés del lector y
logre convertirlo no sólo en receptor
pasivo del emisario, sino que pueda volar, imaginar, crear, sentir y vivir el
mensaje trasmitido. Esas son algunas de las sensaciones vividas cuando se busca
un tema específico para desarrollar, un punto de inicio que permita ahondar, investigar
y sumergirse para que luego cumpla su
cometido formando los eslabones
correspondientes.
La
cotidianidad presenta un amplio abanico de oportunidades, todas las aristas
tienen sus propios recovecos que deben
ser reinterpretados bajo la lupa del observador.
Este
escrito centra su atención en el asombro; atributo que puede causar efecto
negativo o positivo en las personas, pero que permite ser la base del
cuestionamiento y de la germinación de acciones. Decían los filósofos que todo inicia con la capacidad de asombro, que es una
experiencia de iluminación que permite crear una ruta de acceso a la realidad
plena; Aristóteles decía, “que es el paso crucial en
el camino del pensamiento” chispa y combustible para mantenerlo vivo; semilla del conocimiento, toma de
conciencia de la necesidad de conocer, de investigar, primer paso hacia la
reflexión y la contemplación, motivo por el cual se le atribuye ser la génesis
de la filosofía, conocida como la madre
de todas las ciencias.
La palabra “Contemplar” significa “templar el
alma”, y templar, proviene del latín de “templo”, los cuales generalmente eran construidos en la
antigüedad en las partes más altas de las montañas, para poder contemplar con
una visión panorámica.
Este
término también ha sido utilizado por los herreros al templar el hierro y darle
forma, así como en nuestra vida personal, cuando adquirimos la templanza ante
las adversidades que van forjando nuestro carácter y temperamento.
Cuando
detenemos nuestro paso y contemplamos con intensidad, el asombro es inherente;
por ejemplo: la belleza del amanecer, de una puesta de sol, el arcoíris, la
lluvia, las flores silvestres, la nobleza y lealtad de un perro, la
transformación de la oruga, el camuflaje de algunos animales, cuando una flor
abre sus pétalos, los colores de la naturaleza, la inmensidad del firmamento,
las 12 notas musicales y sus múltiples composiciones en distintos géneros; las 27 letras y sus cinco dígrafos (unión de dos letras para representar
un sonido) que conforman el alfabeto del español, que al combinarse pueden
formar infinidad de palabras, tal es el caso de la obra de Don Quijote, escrita
por Miguel de Cervantes Saavedra y publicada
en 1615 que utilizó más de 23,000
palabras distintas; los diversos géneros literarios, la historia y evolución de
la humanidad y tantos temas que sería imposible nombrarlos en este apartado.
Ordoñez
(2013) asevera: “ Asombrarse significa
salir de las sombras para empezar a captar los bordes de nuestro ser, los
límites de nuestro saber…introducir un poco de luz y armonía en la confusión
que apenas empieza…notar la magnitud insondable de lo que falta por aprender,
por explorar”.
No
todo el asombro es genuinamente positivo, nos asombramos del encarecimiento y
empobrecimiento; de la corrupción, de los malos políticos, de las guerras,
hambrunas, narcotráfico, podredumbre, malas políticas educativas, los niños y adultos mayores desamparados,
migración, discriminación, contaminación, entre otros; así como nos asombran
los cambios acelerados que estamos viviendo en la sociedad, la globalización, los avances en la tecnología y
medicina.
No
perdamos nuestra capacidad de asombro, reaprendamos de los niños, quienes siguen maravillándose de cada cosa que van
descubriendo y aprendiendo. El asombro
atañe a la formación de personas y ciudadanos libres.
Hagamos
de nuestro entorno un mundo mejor.