Cuquis, Carmen Cardenal y José Luis Urquieta
Cuquis, Carmen, Lucía, José Luis y Noel
Martín Solís
Cocoyome
Indudablemente, somos producto de la evolución y la historia, cada uno de
los estados de México tiene su propio encanto. Chihuahua, el estado grande,
ofrece distintos paisajes y escenarios que enamoran a primera vista. La sierra tarahumara, ubicada en pleno
corazón de Guachochi, invita a abrir los sentidos para captar y atrapar las
bellezas que la naturaleza nos brinda, además de aquellas, en las cuales el
hombre ha puesto su esfuerzo para adecuarlas y convertirlas en un atractivo
turístico.
Viajar por el camino a Morelos, con rumbo a Cocoyome, entraña un regalo
para la vista y el espíritu; la sinuosa carretera, va descendiendo en curvas
continuas y cerradas en medio de un cielo azul, cuyas nubes han bajado de las
alturas para acunar los sueños de los visitantes; hay distintas paradas que
fungen como miradores, para que el ojo humano y lente de cámara fotográfica,
atrapen los misterios de la naturaleza, envueltos en majestuosas montañas y
abundante vegetación.
En “La cueva del ángel”, tanto ascenso como descenso entrañan dificultades,
la primera, conlleva el éxito por el esfuerzo realizado y el magnífico
espectáculo que se ofrece desde las alturas; la segunda, la satisfacción
personal por la encomienda lograda. “El obelisco”, sitio que permita recrear las
distintas formaciones rocosas que forman el escenario perfecto.
Cocoyome, forma parte de las Cumbres de Guerachi, situado en una barranca
con más de 500 metros de profundidad, posee una cascada principal con una caída
de 20 metros, pilas construidas para la concentración del agua, algunas fungen
como balnearios y otras para la cría de la trucha arcoíris, que sirve de
platillo principal en el restaurante. Todo ese escenario brinda
un reencuentro con el origen, debido a la belleza y formación natural, además
de los vestigios encontrados de una tribu con ese mismo nombre, que significa:
“Gente que mata para comer”.
Martín Solís, ex presidente de Guachochi y dueño del lugar, gusta de contar
su historia personal que se vincula directamente con el lugar, mostrando
fotografías y utensilios que se han encontrado a través del tiempo, dejando
entrever en sus palabras y facciones el amor profesado a su tierra.
Las construcciones rudimentarias que se han hecho para atender a los
turistas, semejan a los hallazgos encontrados que figuran en las fotografías y
en el centro del restaurante, utilizando la forma natural del espacio, la
piedra y elementos brindados por la naturaleza para construir las cabañitas, los
descansos y las escalinatas, entre otros.
La gastronomía y su preparación que está a la vista del comensal, ofrecen
una conexión con el entorno; el menú se compone de: agua chile con Arí,
frijoles con pozole, queso fresco, tortillas de maíz, salsa molida en el
metate, costillas, pollo o trucha.
Como complemento adicional, tuvimos la suerte de coincidir con unos amigos
coterráneos, la profesora Lucía Fernández Villalobos y su esposo el Ing. Noel Villalobos
V., acompañados de la actriz y cantante de música ranchera, Carmen Cardenal y
su esposo, director y cineasta mexicano, José Luis Urquieta Padilla. Ella interpretó algunas melodías y ambos
posaron en fotografías con las personas que lo solicitaron.
Se vivieron momentos muy emotivos, coincidencias de la vida que permiten reconocer
y disfrutar del talento y sencillez de grandes personalidades, que al igual que
el resto de los turistas, estaban disfrutando de las maravillas que la sierra
tarahumara nos ofrece.
Gracias a la vida, a la naturaleza, a la profesora Hilda Candia, quien
amablemente se ofreció a llevarnos a este lugar; a las personas cercanas que
nos rodean y a quienes vemos una sola vez o con periodicidad, por ser los
portadores de aditamentos que conforman esos instantes que son constructos de
escalinatas hacia la felicidad.