2001-2011
“…Ya somos en la tumba las dos
fechas, del principio y del término…”
Jorge Luis Borge
Dos fechas son determinantes
en el ser humano; una da inicio a un ciclo de vida y la otra marca el punto
final. En la primera florece la esperanza, la alegría e ilusión; en la segunda,
predomina la tristeza, congoja y una profunda desolación.
A pesar de que la sombra de la
muerte es nuestra eterna compañera, de reconocer que siempre está al asecho,
lista para poseer el cuerpo físico y arrancar el hálito de vida; de saber que
en la medida que detiene los latidos del corazón, cierra la esperanza de volver
a visualizar esa imagen tan amada, de escuchar su voz y de fundirse en el calor
de un abrazo protector. Se invocó su
presencia, se rogó que viniera a poner fin a ese sufrimiento ocasionado por un
cuerpo maltrecho invadido por células cancerosas, que fueron mermando tus
capacidades y robando tu integridad personal.
Entonces, la muerte, quizá con
el atuendo de mujer o madre, se condolió al observar el cuadro dantesco que se
presentaba en ese cuarto, donde las cortinas tapaban todo vestigio de luz,
porque el mínimo destello lastimaba pupila
y alma de un ser que clamaba por otro tipo de irradiación que pusiera su cuerpo
físico y su espíritu en calma; eras solo una niña de solo diez años de edad, que
habías perdido la sonrisa y con un dolor manifiesto, expresado en palabras,
silencios, lamentos y gritos de desesperanza, clamabas por la mano de Jesús,
que te tomara en su regazo y te llevara a otra dimensión donde pudieras
descansar.
La muerte, llegó silenciosa, ataviada
con un manto frío que anunció su presencia y arrancó el color y calor de tu pequeño
cuerpo la madrugada del 29 de diciembre del 2011. Desde entonces, el dolor de tu
ausencia es cada vez más profundo; de esos que no encuentran palabras precisas
para describirlo, sigue acompañado de preguntas sin respuestas, de coraje,
impotencia y desesperanza.
Asistir a la tumba que
resguarda tus restos humanos, no es un bálsamo que mitigue estos sentimientos. Pero
estamos conscientes de que la muerte es un hecho irreversible, por lo que hemos
encontrado alivio al hablar de tu vida, de esas muchas anécdotas que
compartimos; además, cuando permitimos que otra gente conozca tu historia, que
tus primas menores puedan formarse una imagen construida por nuestras memorias,
tu libro, cartas y fotografías.
Hoy arribamos a tu onceavo
aniversario luctuoso; es imposible no imaginar otros escenarios posibles de no
haber aparecido el cáncer y con este, ¡la muerte! En ese momento, el tiempo se
detuvo, siempre te recordaremos como esa hermosa niña sonriente y pícara.
Porque al hacer estas remembranzas, damos gracias a Dios por los pocos años que
pudimos gozarte y amarte sin límite; por las muchas enseñanzas que nos dejaste,
por esa unión familiar que buscaste y propiciaste sin cesar; por los eslabones
de vida que seguimos tejiendo como familia y comunidad; por saber, que sufriste
una enfermedad mortal con valentía, y en
medio de esta, encontraste la fe y esperanza de un mundo alterno y de un Dios
omnipotente que te recibiría en su reino, al cual clamaste con palabras, oraciones
y alabanzas hasta exhalar tu último aliento.
Descansa en paz, Odetthe
Griseld Martínez Pérez, nosotros seguiremos alabando tu recuerdo y amándote
hasta la eternidad.