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viernes, 30 de septiembre de 2022

Cocoyome





                           Yoly, Oly, Carmen, Lolita, Hilda, Martha, Luz Emilia, Laura y Cuquis
                                    Cuquis, Carmen Cardenal y José Luis Urquieta
                                         Cuquis, Carmen, Lucía, José Luis y Noel
                                                                       Martín Solís

https://www.elsoldeparral.com.mx/analisis/espejos-de-vida-cocoyome-8963733.html 

Cocoyome

Indudablemente, somos producto de la evolución y la historia, cada uno de los estados de México tiene su propio encanto. Chihuahua, el estado grande, ofrece distintos paisajes y escenarios que enamoran a primera vista.  La sierra tarahumara, ubicada en pleno corazón de Guachochi, invita a abrir los sentidos para captar y atrapar las bellezas que la naturaleza nos brinda, además de aquellas, en las cuales el hombre ha puesto su esfuerzo para adecuarlas y convertirlas en un atractivo turístico.

Viajar por el camino a Morelos, con rumbo a Cocoyome, entraña un regalo para la vista y el espíritu; la sinuosa carretera, va descendiendo en curvas continuas y cerradas en medio de un cielo azul, cuyas nubes han bajado de las alturas para acunar los sueños de los visitantes; hay distintas paradas que fungen como miradores, para que el ojo humano y lente de cámara fotográfica, atrapen los misterios de la naturaleza, envueltos en majestuosas montañas y abundante vegetación.

En “La cueva del ángel”, tanto ascenso como descenso entrañan dificultades, la primera, conlleva el éxito por el esfuerzo realizado y el magnífico espectáculo que se ofrece desde las alturas; la segunda, la satisfacción personal por la encomienda lograda. “El obelisco”, sitio que permita recrear las distintas formaciones rocosas que forman el escenario perfecto.

Cocoyome, forma parte de las Cumbres de Guerachi, situado en una barranca con más de 500 metros de profundidad, posee una cascada principal con una caída de 20 metros, pilas construidas para la concentración del agua, algunas fungen como balnearios y otras para la cría de la trucha arcoíris, que sirve de platillo principal en el restaurante. Todo ese escenario   brinda un reencuentro con el origen, debido a la belleza y formación natural, además de los vestigios encontrados de una tribu con ese mismo nombre, que significa: “Gente que mata para comer”.

Martín Solís, ex presidente de Guachochi y dueño del lugar, gusta de contar su historia personal que se vincula directamente con el lugar, mostrando fotografías y utensilios que se han encontrado a través del tiempo, dejando entrever en sus palabras y facciones el amor profesado a su tierra.

Las construcciones rudimentarias que se han hecho para atender a los turistas, semejan a los hallazgos encontrados que figuran en las fotografías y en el centro del restaurante, utilizando la forma natural del espacio, la piedra y elementos brindados por la naturaleza para construir las cabañitas, los descansos y las escalinatas, entre otros.

La gastronomía y su preparación que está a la vista del comensal, ofrecen una conexión con el entorno; el menú se compone de: agua chile con Arí, frijoles con pozole, queso fresco, tortillas de maíz, salsa molida en el metate, costillas, pollo o trucha.

Como complemento adicional, tuvimos la suerte de coincidir con unos amigos coterráneos, la profesora Lucía Fernández Villalobos y su esposo el Ing. Noel Villalobos V., acompañados de la actriz y cantante de música ranchera, Carmen Cardenal y su esposo, director y cineasta mexicano, José Luis Urquieta Padilla.  Ella interpretó algunas melodías y ambos posaron en fotografías con las personas que lo solicitaron.

Se vivieron momentos muy emotivos, coincidencias de la vida que permiten reconocer y disfrutar del talento y sencillez de grandes personalidades, que al igual que el resto de los turistas, estaban disfrutando de las maravillas que la sierra tarahumara nos ofrece.

Gracias a la vida, a la naturaleza, a la profesora Hilda Candia, quien amablemente se ofreció a llevarnos a este lugar; a las personas cercanas que nos rodean y a quienes vemos una sola vez o con periodicidad, por ser los portadores de aditamentos que conforman esos instantes que son constructos de escalinatas hacia la felicidad.

 

 

 

 

 

 

 

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