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lunes, 5 de septiembre de 2022

Carta para Odetthe Griseld.


                              Hoy como ayer, agradezco la oportunidad de un nuevo día.

https://cartaabierta.com.ar/carta-abierta-de-maria-del-refugio-sandoval-oliva-a-una-amiga-muerta/

Hidalgo del Parral, Chihuahua, 29 de enero 2022

Querida Griseld:

En este segundo lapso del calendario gregoriano, escribo esta misiva, primeramente, porque es el mes que celebraríamos tu vigésimo primero aniversario de vida y, a pesar de que tu línea del tiempo se detuvo el año 2011, necesito recurrir a este artilugio literario, porque brinda a mi alma una catarsis, un bálsamo de paz y esperanza en medio del oasis, producto del dolor y desesperanza en la que hemos transitado desde tu partida.

Cada palabra, frase y pensamiento van dirigidos a ti, estoy consciente que no hay una forma de enviarla por correo ordinario o virtual, pero gracias al poder de las palabras, puedo comunicarme contigo hasta la eternidad.  

Una de las cualidades sobresalientes que te distinguían, era precisamente la de saber escuchar,  entablar diálogos, hacer preguntas, buscar significados y entonces el asombro se dibujaba en tu rostro, porque entre más conocías, más interrogantes llegaban y tú simplemente, deseabas conocer el mundo; era tanta la confianza depositada en las personas a tu alrededor y en el futuro promisorio que estabas presta, de mente y corazón, con oídos abiertos y pronta respuesta, así como el uso del tintero de la pluma, para expresar tus sentimientos a través de las letras o los dibujos que tus manos trazaban.

En el baúl de mis recuerdos, conservo esos mensajes que aprisiono como tesoros invaluables, vuelvo a leerlos y parece que escucho tu voz, entonces me apresuro a contestarte, a reafirmar nuestro código de amor que trasciende más allá de la muerte. Fuiste y eres aún mi maestra, contigo aprendí a ser abuela, a mirar con tus ojos de inocencia las maravillas del mundo, a reír y gozarme en tu presencia, a construir castillos en el aire.

Me enseñaste a encontrar a Dios en medio de la enfermedad, a saborear cada instante de vida, a reconocer la valentía con que enfrentaste cirugías y tratamientos invasivos; te convertiste en el pilar de fortaleza cuando nos veías destrozados, buscabas consolar, más que ser consolada, brindaste apoyo y confianza a otros niños que transitaban por ese sendero de dolor, y fuiste construyendo tu camino hacia la espiritualidad por medio de la fe, adentrándote en la palabra viva,  entonando himnos y alabanzas y preparando tus alas para volar a su reino eterno.

A veces, te imagino como la bella durmiente, en un lecho de rosas, rodeada de ángeles celestiales, con tus ojos cerrados, la sonrisa dibujada en tu rostro; con la plena confianza de estar en un lugar donde se te quiere y cuida;  hay tal luminosidad que el brillo penetra hasta nuestra conciencia familiar y es así, como las generaciones nuevas te han podido conocer y amar;  escuchas nuestros pasos y voces, eres convidada a dichas y tribulaciones que experimentamos en medio de la cotidianidad;  participas en espíritu, hay comunicación fluida y constante con palabras inteligibles  que solo el amor puede interpretar.

 Te imagino como una potencia cósmica, como una maravilla abstracta invisible para los ojos, nunca para el corazón. Te concibo, te intuyo, vives en mis emociones, eres energía pura que transita en los universos paralelos; a veces te miro en el fulgor de las estrellas, en el vientre de la luna, en el viento, en las flores, en la inmensidad profunda del mar, en ese constante oleaje que va y viene trayendo tu mensaje, el eco de tu voz, lavando la arena donde quedaron grabadas el transitar de nuestras huellas.

Te siento en los amaneceres y en cada atardecer, cuando el sol despierta y se oculta en el firmamento; te escucho en el río que corre buscando su cauce, en el pájaro que entona su melodía, en las golondrinas que llegan al nido construido en el porche, en las hojas que caen y se convierten en insumo de la tierra para volver a renacer, en la mirada de las mascotas, en el ser y hacer de mis nietos y en la mirada de cada niña que encuentro a mi paso, en las lágrimas desconsoladas de tu madre, en sus palabras cuando evoca tus recuerdos, en tus hermanos, en cada rincón de mi vida interna y externa.

La palabra es un mapa que me permite llegar a ti, tiene el poder de escudriñar mis sentimientos y transformarlos en ideas, en emitir mensajes que quedaron inconclusos y cual lava ardiente, están buscando el cráter que les permita salir, sacar el coraje, frustración y esas emociones negativas que se generaron ante el sufrimiento que tu pequeño cuerpo y alma tuvieron que experimentar por dos años, cuando recibías ese veneno que permitimos entrara por tus venas, buscando encontrar y destruir esas células malignas, que se estaban propagando por el interior de tu organismo. Destruyeron tu cuerpo físico, jamás tu alma ni espíritu.

Cuando partiste, quedé presa de sentimientos de culpa, de frustración, tantas palabras atrapadas en mi boca, que no supieron como acompañarte en ese duro trance al desprenderte de tu cuerpo terrenal. La abuela en quien tanto confiaste, estaba hecha una piltrafa humana, el corazón se partió en pedazos y tuve que levantar las piezas y reconstruirlo para convertirme en fuente de apoyo para tu madre.

Sigues siendo una magnífica receptora, pero no solo me escuchas, me haces llegar tus respuestas de múltiples maneras: a través de la naturaleza, con la aparición de memorias adormecidas, cuando veo dibujarse la sonrisa de un niño y con el consuelo de que estás cuidando en el más allá a nuestros seres queridos que ya han partido.

Gracias Griseld por esa década de vida compartida a nuestro lado, por tus risas, tu canto, tus sueños; por haberme enseñado a amar de una manera incondicional y por ese apodo con que me nombrabas entre bromas y risas cada vez que hacía hasta lo imposible por cumplir tus deseos.

Saborea estas letras, como yo me apropio de la fragancia de tu recuerdo.

Te ama hoy y siempre:

La viejilla pudientilla

 

 

 

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