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viernes, 5 de enero de 2024

2024


                                                                    Imagen tomada de la red



Hay frases que parecen hechas, se escuchan, se repiten, se les resta o agregan palabras, pero siempre llevan la intención personal de quien las emite. Cada mes del calendario gregoriano trae consigo sus propias celebraciones y eventos específicos, mismos que al repetirse continuamente, los ha llevado a ser parte de la tradición y folclore de la comunidad.

    Cuando damos la despedida al año que termina, solemos hacer un recuento de acciones y sucesos, algunos llegaron como torrente de alegría y otros, marcaron nuestro entorno y dejaron cicatrices en cuerpo y alma; volvemos a repasar y releer  las páginas del libro vivido, trayendo a colación esos momentos gloriosos que ya son parte del pasado, pero que a la vez, sirven de plataforma para abrir nuestros brazos y corazón al año naciente, a sabiendas de  que llega como un lienzo en blanco, donde nosotros plasmaremos nuestra mejor trabajo, con pinceladas de  colores y tinta de esperanza para ir conformando cada una de los folios, cuya gloriosa obra consta de  365. 

    Hay quien lo visualiza y presenta como un viaje con un itinerario que termina el 31 de diciembre; cada mes, simboliza una nueva estación, pero en el camino, hay nuevos pasajeros que lo abordan y otros que llegan a su destino final; ante esta analogía, se nos invita a disfrutar el trayecto y las personas con las que tenemos la suerte de coincidir, porque no sabemos cuándo o cuál será nuestra próxima parada.

    Generalmente, estas reflexiones nos llevan a plasmar propósitos que tienen como fin, mejorar los hábitos, hacer cambios substanciales en el entorno inmediato y mediato, buscando sobre todo la armonía y reencuentro personal, para luego, permitir que el brillo de nuestro actuar, trascienda a los siguientes núcleos concéntricos que están girando constantemente en búsqueda de acomodo y significación.  

    Es imposible dejar las añoranzas de lado, rememorar a las personas que no están, lamentarnos por los sucesos políticos, sociales y económicos que acontecen en la humanidad, porque finalmente, somos parte de un todo, —y este, es más que la suma de sus partes—, esta unión nos lleva a conformar ese engrane cuyo perfecto funcionamiento impacta y trastoca en nuestro universo. 

    Volvemos a reforzar los compromisos de ser mejores, de aceptar lo que no podemos cambiar, porque como dice el proverbio: “No podemos detener muchas de las cosas que suceden a nuestro alrededor, pero sí, controlar la manera en que reaccionamos a estas”.  

    Nos reconocemos caminantes de senderos duales, donde lo mismo se encuentra la alegría como la tristeza, la fortaleza y fragilidad, hay lágrimas y risas, ilusiones y desesperanzas, caminos escabrosos o demasiado tranquilos, que puedan servir para detenernos a visualizar el horizonte, pero nunca claudicar en seguir avanzando.
 
    Por este medio, deseo expresar mis mejores deseos a todas las personas con las que tengo la suerte de coincidir, tanto en el ámbito personal, comunitario o virtual, porque mi ser y hacer se conforma de este compartimento. Gracias a los lectores de esta columna y al Sol de Parral por su publicación, a los grupos de Leyendo y Reconstruyendo, Sueños de Letras, Utopía Poética, Filial Chihuahua, a la benemérita y Centenaria Sociedad Mutualista, a los grupos de cachibol, a mis amistades nuevas y de antaño, a todos y cada uno, ¡Feliz año nuevo!

                                                           
                                                         Maestra Cuquis Sandoval Olivas

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