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viernes, 7 de febrero de 2025

Se ha apagado una estrella






Jorge Luis Sandoval Moreno

(28 de octubre de 1985- 04 de febrero del 2025)

     Dos fechas emblemáticas que, sin duda alguna, han marcado el entorno familiar y comunitario. La primera, porque con su arribo pobló de dicha, esperanza e ilusiones, cimentando el mundo en el recuerdo de los ayeres, en la alegría del presente y en la esperanza del futuro. La segunda, envuelta en lágrimas de impotencia y desesperanza, marca el fin de las hojas para seguir escribiendo el mañana. No hay más tinta ni versos que lleven implícito su ser y sentir. A partir de esta última fecha, las evocaciones despiertan un torrente de lágrimas y dolor, con la certeza de una ausencia absoluta e irrevocable. Es un bosque de espesos follajes donde se busca vislumbrar su alma.

    En una de las muchas charlas efectuadas con su madre, me dijo: —Me gustaría que escribieras mi esquela al morir.

    Nunca imaginamos que primero fallecería su hijo, porque siempre pensamos que somos los padres quienes partiremos primero, que ellos serán quienes nos entierren y que seguiremos el orden natural de la vida que hemos creado en el imaginario. Pero la realidad siempre es más inoportuna, cruel e incierta; nos atrapa dentro de la cotidianidad, haciéndonos perder la oportunidad de expresar nuestros sentimientos.

    El “hubiera” llega para instalarse en el subconsciente, removiendo los escombros de lo que nos faltó por hacer, por cambiar y por decir. Sin embargo, la fuerza de las embestidas trae muchas lecciones que debemos aprender y poner en práctica.

Conocí a Jorge como hijo de una gran maestra y amiga, como alumno de la Escuela Secundaria Técnica. Con el paso de los años, lo vi convertirse en un profesionista dentro del campo de la docencia. Siempre admiré su pasión y amor por la lectura, su facilidad de palabra y el cúmulo de conocimientos que obtuvo de su inmersión en las letras. Estos mundos imaginarios lo llevaron a la expresión escrita, que plasmó en prosa poética, enfocando su quehacer literario en la producción de versos libres, donde desahogaba sus miedos, inquietudes y zozobras, pero también sus sueños y alegrías.

    Estudió a los poetas malditos del siglo XIX, cuya poesía se caracteriza por su rebeldía, subvirtiendo la moral de la época. En ellos encontró el encuadre perfecto de expresión para verter su obra, adquiriendo un estilo y voz muy propios, sembrando en su parcela de lenguaje personal. Presentó su obra ante uno de los grandes íconos de nuestra región,Carlos Montemayor, quien reconoció en sus letras la fuerza y potencia de un joven listo para trascender. Posteriormente, el poeta y escritor parralense Federico Corral Vallejo lo impulsó a publicar su primer poemario, Pequeña dicha de náusea. En 2022, ganó el Premio Nacional de Poesía “Saúl Ibargoyen” con su texto Ambigua compilación de cosas sin importancia.

    Fue promotor del club literario “Letras Borrachas”, donde muchos jóvenes encontraron el espacio perfecto para escribir y declamar sus versos.

    Consciente de su potencial y del impacto que su presencia generaba entre los jóvenes, lo invité a participar como conferencista e impulsor de la lectura y la escritura, tanto en la Escuela Secundaria Técnica 70 como en la Escuela Normal Superior “Profesor José E. Medrano”, además de ser invitado especial en otros proyectos literarios, como los “Encuentros de Escritores Parralenses”, coordinados por Federico Corral.

    Sin duda alguna, me siento conmocionada y conmovida ante su deceso, no solo por la cercanía y familiaridad, sino porque se ha perdido un hijo, un padre, un maestro, un amigo  y un hombre de letras.

    Sirvan estas palabras como un homenaje a Jorge Luis, a sabiendas de que quien deja su obra impresa jamás muere, porque sus versos seguirán hablando por él, como un rayo que no cesa en su resplandor, llevando destellos de luz. Porque tanto el lector como el escritor permiten que los textos tengan vida y, aun después de la muerte, sus pensamientos siguen latiendo.

    Así, Jorge Luis Sandoval Moreno trasciende en cada página escrita, en cada verso declamado, en cada lector que se encuentre con su obra. Su esencia se mantiene viva en las letras que dejó, en las voces que lo recuerdan y en la memoria imborrable de quienes lo amamos. Que su poesía siga fluyendo, eterna y luminosa, como testimonio de su existencia.

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