Misiva de
amor
Recuerdo el día exacto que supe de tu existencia, la
preocupación que me embargó como madre, al pensar en la juventud de tus padres
y del compromiso que se tiene con los hijos; pero, por otro lado, sentí un
cosquilleo de gozo en mi corazón, al imaginar ese ser diminuto que se estaba
gestando en el vientre de mi hija y que llevaría nuestra sangre, perpetuando
así el árbol genealógico de nuestra existencia.
Fui testigo de tu desarrollo, acompañando a tu madre a
los estudios de ultrasonido y compartiendo su dicha al conocer que serías una
hermosa muñequita.
Desde ese momento, empezamos a comprar bellas prendas de
vestir, que cubrirían y darían calor a tu pequeño cuerpo. El día de tu
nacimiento, nos embargaba una mezcla de preocupación y regocijo, yo sabía el trance
doloroso que esperaba a tu madre, así como el temor inherente del proceso de
alumbramiento, rogando al ser omnipotente porque arribaras a este mundo como la
princesa que eres.
Desde el primer instante atrapaste nuestro corazón, tus
grandes ojos querían aprisionar y descubrir el espacio que te rodeaba. A partir
de ese momento, cada día nos sorprendías con nuevos aprendizajes, ya sea
apretando nuestra mano, sonriendo, cuando te sentaste sola, los primeros pasos,
la dentición, los balbuceos, imitación del sonido de los animales y cada cosa
que hacías, nosotros la aplaudíamos con la certeza de conocer tu inteligencia y
capacidad de aprendizaje que demostrabas en cada acción efectuada.
En la guardería destacabas por tus sonrisas y vivacidad y
con una inmensa capacidad de amar. En el transcurso de la primaria, fuiste una
niña muy platicadora, súper social, pero siempre participaste en eventos de exposiciones,
lectura, escritura de cuentos, baile y canto y concursos académicos destacando
por tu gran capacidad de retención, memorizando y encontrando significado a tus
participaciones, lo que hacía muy elocuente tu expresión verbal y corporal.
Siempre has sobresalido con las mejores calificaciones del
resto del grupo, resultados escolares en los que sigues floreciendo, porque la
dedicación y perseverancia son de tus grandes atributos que has cultivado a
través del tiempo.
Te vimos transitar de la niñez a la adolescencia, dejar
las muñecas, trastecillos y juguetes propios de esa etapa, al ir mostrando
interés en otros juegos y pasatiempos, como los patines, patinetas, juegos de
mesa; entrar en momentos de introspección y soledad contigo misma y el preferir
estar en tu cuarto o en compañía de tus amigas en vez de que con el resto de la
familia.
Cada día has demandado mayor libertad, demostrando con
creces la responsabilidad y respeto a las normas que en casa se te han
impuesto.
El 27 de diciembre, tuvimos la inmensa fortuna de ser
copartícipes del XV aniversario de tu nacimiento; el poder de convocatoria en
tu nombre fue tan exitoso que acudió familia dispersa en la unión americana y
la república mexicana; con lágrimas en los ojos te vimos arribar a la iglesia
para dar gracias a Dios, tu rostro irradiaba luminosidad y felicidad; padres,
abuelos, tíos, primos, todos reunidos para brindar y festejar en tu nombre.
Cuando bailaste el primer vals en los brazos de tu padre,
las lágrimas corrían libremente por las mejillas de la concurrencia, que mayor
alegría que ser estrechada al compás de la música por ese hombre que ha sido
parte de tu vida; estar abrigada por la mirada amorosa de tu madre, cuyo
corazón se desborda con solo mirarte, deseando que tu existencia transcurra por
un camino de rosas.
Solo me resta decirte, que eres una jovencita afortunada,
rodeada de personas que te amamos incondicionalmente y que siempre estaremos
velando por tu felicidad.
Maestra María del Refugio Sandoval Olivas
Espejos de vida
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