Carta a la humanidad
Diciembre del 2019
Sin invitación previa llegué al país más grande del
continente asiático, hice mis primeras invasiones en los organismos de humanos,
comprobando satisfecho la ferocidad y rapidez destructiva que poseo; encontré
la población más vulnerable para incrustarme; observé sus costumbres, hábitos y
conductas por lo que utilicé la artimaña de viajar en sus cuerpos, de quedarme
en sus manos, en su aliento y que fueran ellos mismos los encargados de
multiplicarme.
Causé caos, miedo e incertidumbre; vi postrarse a
aquellos que se creyeron grandes. Les demostré que no importaba su jerarquía ni
posición de mando, que eran igual de vulnerables. En la medida que voy
expandiendo mi destrucción implacable, puedo percibir su tambaleo ante todo lo
que sentían conocido, seguro y dominable.
La ciencia está confusa, ¡no sabe cómo aniquilarme! Los
políticos desesperados, sus planes tendrán que ser postergables. Cerré
iglesias, suspendí los ritos que se creían indispensables, detuve el mundo,
frené su paso en esa carrera inalcanzable; dejé que revaloraran su vida,
sentimientos y emociones, encontrando su conciencia y su alma adormecida por el
ego, el poder y el apego.
Permití que conocieran el encierro domiciliario, que
midieran sus afectos, cancelaran sus reuniones, cubrieran su rostro escondiendo
su sonrisa, dominaran sus expresiones de afecto, privilegiando la distancia
considerable; que cerrarán sus fronteras, contuvieran su paso, el consumismo
exacerbado y la contaminación del mundo, lo cual es una cuestión que no debe
ser pospuesto ni reemplazable.
Como en toda guerra, habrá quien venza y aplaque mi sed y
hambre destructora y salga triunfante, ellos serán el eco de mi voz, fiel testimonio
de mi paso por la humanidad.
Covid 19
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