Umbrales de silencios
Muki
Autora: María del Refugio Sandoval Olivas
Autora: María del Refugio Sandoval Olivas
A través de la historia, la imagen de la mujer ha aparecido
desdibujada, puede verse una silueta tenue a la luz del anonimato; un velo
denso cubre su presencia; su esencia se
pierde en el aroma de la naturaleza, su
voz ha sido callada, sus pensamientos acortados, sus acciones encadenadas;
¡desvalorizada!
Empieza a surgir en medio de luchas crueles, batallas
sangrientas, lágrimas, dolor y ¡muerte!
Las voces empezaron a brotar en distintos lugares del
mundo, emergieron buscando justicia, con sed de conocimiento, con hambre de
equidad. Mujeres valientes permeadas por
el conocimiento, la reflexión y
análisis, externaron sus
pensamientos y lucharon por sus ideales, levantándose en contra de las injusticias y falta de aplicación
de valores universales hacia su género.
¡Ser mujer es difícil! Ser mujer y en condiciones de extrema pobreza es más
difícil! Pero ser mujer, careciendo de lo más básico para sobrevivir y de estirpe
tarahumara, levanta muros de incomprensión, intolerancia, violencia que cimbra
las fibras más íntimas del cuerpo,
trasgrede las paredes del hogar
permeando hasta el entorno de la sociedad.
Este es un relato de vida de Guillermina Bustillos, mujer
de cabello largo, trenzado hasta su diminuta cintura, de
estatura corta, pero de un corazón enorme, cuya fuerza reside en la
valentía, templanza y entereza que ha
tenido que forjar durante el trayecto de su vida.
Como toda historia, sienta sus bases en su entorno
familiar, lugar en que al excavar cimientos de desigualdad,
se encuentran las estructuras principales que han sostenido los pilares de
inequidad e injusticia de género.
Sus padres, Guadalupe y
Pedro, deciden unir sus caminos cuando
solo contaban con 15 y 16 años. Edad en
que la mayoría de los integrantes de su comunidad empezaban un nuevo hogar. Su
padre se dedica a la siembra, a cuidar cerdos y gallinas, para obtener el sustento alimenticio. Su casita, conformada
por dos cuartos de adobe, que fueron moldeados por esas manos que
aprendieron a través de la experiencia, a proporcionarse más comodidades,
después de que sus antepasados vivieron en cuevas. Acarreando la tierra en burros, trayendo el
agua del arroyo y dando forma a el hogar que cobijaría sus sueños y donde
procrearían a sus hijos y, posteriormente, crecería su descendencia.
A Lupe, le enseñó su madre a confeccionar sus vestimentas
a mano, a encender la lumbre, coser el
nixtamal, hacer tortillas, poner frijoles en el jarro, moler el pinole, ayudar
a su marido a sembrar y levantar la cosecha, a ordeñar las chivas, no así, a
cuidar su cuerpo y salud reproductiva. En corto tiempo había nueve niños
corriendo por los alrededores de la casa, la familia aumentaba, los alimentos
disminuían, cada vez había más escasez.
Su morada, alumbrada por el sol, la luna y las estrellas,
situada en pleno corazón de la sierra
tarahumara, a simple vista, pareciera que era la única construcción en ese
paraje cubierto de pinos; pero al avanzar dos o más kilómetros, podía divisarse otra vivienda construida en las cercanías. Esta familia, como la mayoría de los raramurís,
saben caminar, correr y trasladarse a pie, pueden recorrer grandes distancias, por cerros, acantilados,
brechas y arroyos.
La belleza del paisaje contrastaba con los duros inviernos, la blancura de la nieve
cubría los campos, el frío helaba las plantas, mojaba la leña, abundancia de frío,
carencia de mucho.
En el rancho no había escuela, ni lugar donde pudieran
desempeñarse en algún trabajo para ayudar a solventar la economía familiar, por
lo que apenas crecían, debían alejarse
de sus progenitores y emigrar a Turuachi, comunidad con más habitantes y
servicos básicos de salud, infraestructura y educación. que se encuentra a cuatro horas caminando o salir
a algún poblado que les ofreciera más oportunidades de empleo.
Guillermina, la tercera de las hijas, emigró junto con su hermana mayor a cursar
su primaria y secundaria, encontrando
quien les diera posada a cambio de apoyar con las labores del hogar; a la par, trabajaban en un puesto de comida, su salario
servía para enviar un poco de alimentos
a sus padres y para mantener a dos hermanitos menores que trajeron consigo.
Al terminar su secundaria, Guille, se enlista en las
filas del Consejo Nacional del Fomento Educativo (CONAFE), como alfabetizadora
de poblaciones altamente vulnerables, permaneciendo seis años en el rancho “La
Escondida”, al cual solo era posible llegar caminando.
Deseosa de labrarse otro futuro, se traslada a la ciudad
de Hgo del Parral, donde vivía su hermana mayor, quien ya había contraído
nupcias. Pronto se hace visible su diminuta figura, ante unos ojos que la
vieron indefensa e ingenua. La señora Matilde, ve una oportunidad de tener
alguien a su servicio, le invita a mudarse con ella a la capital del estado a
trabajar en su casa, prometiendo traerla
con frecuencia a visitar a su familia.
En Chihuahua,
vive experiencias desgarradoras, producto
del abuso de poder y autoridad ejercido
sobre su persona; cuando la señora salía
de viaje, lo cual hacía con frecuencia, dejaba a Guillermina encerrada con candado,
argumentando que era por su propio bien, porque había mucha maldad y gente que
le podía hacer daño, ante esas intimidaciones, el desconocimiento de la ciudad y la nula interacción con otras personas,
propició que viviera un encarcelamiento, sufriendo los abusos y violencia psicológica
por más de un año
Un día, escuchó a la señora hablar por teléfono, diciendo
que vendría a Parral a emitir su voto, cuando llegó el momento propicio, se subió a
la camioneta, rogando y suplicando que le permitieran venir a ver a su hermana.
Juró a la dama que se devolvería con ella, incluso, dejó sus pocas
pertenencias, para mostrarle la veracidad de sus palabras.
Al llegar a la ciudad, en un acto de generosidad y
desprendimiento, Matilde da a Guillermina
$650.00, siendo esta cantidad, la única aportación monetaria recibida
por su trabajo.
A otro día toma el camión para la sierra y se dirige a
visitar a sus padres; llega a Guadalupe y Calvo con unos familiares, ahí vivían
unas amigas que había conocido con anterioridad, le invitan a un baile organizado
por la comunidad, acepta gustosa, pues en su corta vida, solamente conocía
trabajo y obligaciones; por lo que ve la invitación como una oportunidad
magnífica de divertirse e integrarse a las celebraciones de su gente.
En estos eventos es muy común que circule el tesgüino,
bebida preparada por los tarahumares con maíz fermentado, cuyo uso da
significancia especial a rituales y eventos ceremoniales así como festejos
propios de la comunidad.
Guillermina conocía y había probado someramente esa bebida desde niña, sin embargo, sus
amigas insistieron en que bebiera constantemente, hasta que perdió el sentido.
Los rayos del sol penetraron por las vigas y ventanas de
una casucha de madera, como si se avergonzaran de alumbrar la escena que tuvo
lugar. Cuando Guillermina abrió sus ojos, no pudo evitar que el espanto y un
rictus de dolor atravesara sus caderas; el colchón del catre estaba manchado de
sangre, así como sus muslos y su corazón.
Un hombre rarámuri, con signos visibles del alcohol ingerido, yacía desnudo a su lado.
De esa manera inicia su vida en pareja; sin cortejo, sin
amor, sin sueños o ilusiones, simplemente porque estaba ahí, en el lugar,
momento y personas equivocadas.
La familia avisa a su padre, quien acude a tratar de salvaguardar su honor
pidiendo al hombre, que cumpla con su deber y se case con su hija; petición no
aceptada, pero acuerda hacerla su pareja
y vivir a su lado.
Mujer joven, fecunda, pronto su vientre da vida a tres
hijos, producto de las entregas de su cuerpo, el cual era utilizado para satisfacer las pasiones y
demandas de quien vivía bajo el embrujo y las nieblas del alcohol; adicción que
no le permitía buscar un trabajo o traer la manutención a casa; en cambio,
cuando bebía, encontraba el pretexto
perfecto para gritarle y lastimarle
física y psicológicamente. Guillermina se
había forjado en medio de la necesidad, por lo que estaba impuesta a conseguir con el sudor de su frente lo
necesario para que sus pequeños no desfallecieran de hambre; laboraba en el albergue escolar de la
localidad, preparando los alimentos; su pareja aprovechaba los momentos en que
recibía su paga, para quitarle el dinero y comprar más bebidas.
En una de las
constantes ausencias de ese hombre, quien se desaparecía por semanas sin dejar
rastro, y luego volvía exigiendo sus
derechos de marido; Guillermina decide desaparecer de su vida; toma el autobús
junto con sus pequeños y se traslada a la ciudad; estaba segura de que podía
brindarles una vida mejor, tenía sus fuerzas, anhelos y manos dispuestas al
trabajo. El mayor contaba en ese entonces con siete años, la segunda con cinco
y el más pequeño con meses de nacido.
Afortunadamente su hermana seguía viviendo en Parral, se
dirige a su casa pidiendo abrigo y posada. Ofrece sus servicios a gente de la
comunidad de Santa Rosa, una vez más, hubo quien se aprovechó de su urgencia de
trabajo y percepción de dinero, es contratada del amanecer al anochecer por la
comida ingerida y una paga casi simbólica.
Sin embargo, ese trabajo le brindó la oportunidad de rentar
un pequeño cuarto que tenía los
servicios básicos; requirió ajustar sus gastos de tal manera, que dos semanas
de salario eran para pagar su renta y servicios y otras dos para los alimentos.
Guille, sale junto con sus hijos mayores a los basureros cercanos a buscar un
colchón, trastos y los utensilios necesarios para equipar su vivienda; consigue
una carretilla y empieza la pepena de enseres domésticos.
Cuando ella salía a trabajar, su hermana se encargaba
algunas veces de ayudarle con el cuidado de los niños, pero ella misma debía
salir a limpiar casas y dejar sus hijos, por lo que, los hermanitos mayores se
convierten en cuidadores de sí mismos y del pequeño.
La vida que ella había imaginado estaba muy distante de
serlo, hubo momentos muy álgidos, donde
la desesperación y frustración hizo mella en su espíritu inquebrantable,
pasando incluso por su mente, la idea
de ponerle fin a su existencia.
Afortunadamente, su amor de madre y sentido de responsabilidad que tenía
por sus pequeños, le permitía levantarse después de cada caída.
Su casa, un
albergue dispuesto a recibir toda la
familia que bajaba del rancho; momentos
que podía descansar su alma al saber que sus niños estaban vigilados.
Uno de los beneficios obtenidos sin esperar nada a
cambio, se dio por la ayuda de un mecánico, quien pasaba a comer en el puesto
donde ella laboraba y al enterarse de la situación precaria vivida, consigue
que le presten una vivienda deshabitada.
Este acontecimiento presenta un enorme desahogo enorme
para su bolsillo, aunado a el tamaño e infraestructura de la vivienda, que le
permite invitar a la familia de su hermana a compartir espacio, gastos y
cuidado de los infantes.
La dueña de la finca contrata sus servicios como empleada
doméstica en Parral, recibiendo un trato
y pago justo. Sin embargo, esa racha de suerte dura poco, ya que la señora se
muda a otra ciudad, pero Guille ya había expandido su universo de conocimiento,
toca las puertas una casa en la colonia
Guadalupe San Antonio, cuya dueña pasaba por momentos de crisis familiar,
brindando los cuidados extremos a su madre anciana; la ayuda de Guille llega en
el momento preciso, mostrando siempre, como una de sus características distintivas, responsabilidad, entrega y
disposición para hacer las tareas encomendadas.
Fueron pocos días los que la ancianita sobrevivió. Guille
es convidada por María a quedarse
laborando dos días por semana, encargándose de conseguirle trabajo en otras dos
casas de la colonia.
Algo que llamó poderosamente la atención de María, es el
miedo que Guille demostró cuando ella tuvo que ausentarse de la ciudad,
quedando su hijo y marido en casa. Con la confianza que había despertado en
ella, le confiesa que en otros lugares de trabajo había sufrido de acoso
sexual, transgrediendo su identidad de mujer y callando su voz por miedo a
perder el sustento tan indispensable para su familia.
Se entera de buena fuente, que tan pronto abandonó al
padre de sus hijos, él buscó otra mujer. Nunca mostró la menor intención de
conocer su situación o preguntar por su estado de salud. Guille, agradeció de
corazón ese hecho, quería que fuera un episodio borrado de su vida.
Sus padres seguían viviendo en el rancho Laja Colorada,
su hermano menor, contrajo nupcias y se asentó a vivir a su lado. Era tiempo de lluvias, hubo crecida enorme de
ríos y arroyos, el se aventuró a pasar el río, pues debían traer víveres de la
comunidad cercana; la fuerza del agua le arrastra arrebatándole su vida. Una
vez más la tristeza e infortunio se apodera de Guille, quien decide solicitar
una plaza de CONAFE cerca del rancho de sus padres, para brindarles compañía y
aliento en el duelo que estaban viviendo. Primeramente, deja a sus hijos
mayores al cuidado de su hermana, pues no quería que perdieran su año escolar,
y vuelve a ese lugar que tantos recuerdos había dejado en su memoria.
En la primera vuelta que da a Parral por asuntos
escolares, decide llevarse a sus retoños, sabiendo que el hambre y pobreza
sigue imperando en su entorno.
Percibía un sueldo mísero, el cual se quedaba en pasajes
cuando tenía que trasladarse a alguna comunidad donde su presencia era
requerida, sin embargo, tenía la convicción, que después de un año de servicio,
podría recibir una beca que le permitiese aprender algún oficio.
Guille vuelve a la ciudad, retoma su trabajo en las tres
casas de la colonia, agrega una más por las tardes y los sábados acude al
Centro de Capacitación para el Trabajo Industrial (CECATI), donde está
preparándose en corte y confección.
Acaban de vender la casa que le prestaron por más de dos
años, una vez más, la desesperación, angustia y sinsabores toca a su puerta.
Consigue otro espacio en renta. Sin embargo, ha aprendido
a buscar otras alternativas, acude a Presidencia Municipal a solicitar un
pedazo de tierra, para construir un cuartito; será una empresa difícil, ¡pero no imposible!
Observa como el sol se pone en el horizonte, suspira
profundamente, dirige su mirada hacia sus hijos quienes duermen inocentemente y
sabe con certeza, que sus sufrimientos no han sido en vano.
Ella tiene solamente 33 años, mismos que ha luchado
contra la discriminación, pobreza y desigualdad social; su espíritu es
inquebrantable, sus silencios retumban en el eco del viento, su voz se levanta, alza su mirada y agradece al
creador por todos los bienes recibidos.
Realidades dolorosas, que se multiplican por todo el pais, por todo el mundo, en pleno siglo XXI. Que mujeres! Que historias! Gracias Cuquis.
ResponderEliminarHistorias que se viven actualmente 😢
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