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martes, 17 de diciembre de 2019

Umbrales de silencios


Umbrales de silencios
Muki

Autora: María del Refugio Sandoval Olivas



























A través de la historia, la imagen de la mujer ha aparecido desdibujada, puede verse una silueta tenue a la luz del anonimato; un velo denso cubre su presencia;  su esencia se pierde en el aroma de la naturaleza,  su voz ha sido callada, sus pensamientos acortados, sus acciones encadenadas; ¡desvalorizada!
Empieza a surgir en medio de luchas crueles, batallas sangrientas, lágrimas, dolor y ¡muerte!
Las voces empezaron a brotar en distintos lugares del mundo, emergieron buscando justicia, con sed de conocimiento, con hambre de equidad. Mujeres valientes  permeadas por el conocimiento, la reflexión y  análisis,  externaron sus pensamientos y lucharon por sus ideales, levantándose  en contra de las injusticias y falta de aplicación de valores universales hacia su género.
¡Ser mujer es difícil! Ser mujer y  en condiciones de extrema pobreza es más difícil! Pero ser mujer, careciendo de lo más básico para sobrevivir y de estirpe tarahumara, levanta muros de incomprensión, intolerancia, violencia que cimbra las fibras más íntimas del cuerpo,   trasgrede las paredes del hogar  permeando hasta el entorno de la sociedad.
Este es un relato de vida de Guillermina Bustillos, mujer de cabello largo, trenzado hasta su diminuta cintura,  de  estatura corta, pero de un corazón enorme, cuya fuerza reside en la valentía, templanza  y entereza que ha tenido  que forjar  durante el trayecto de su vida.
Como toda historia, sienta sus bases en su entorno familiar, lugar  en que al excavar cimientos de desigualdad, se encuentran las estructuras principales que han sostenido los pilares de inequidad e injusticia de género.
Sus padres, Guadalupe y  Pedro,  deciden unir sus caminos cuando solo contaban con 15 y 16 años. Edad en que la mayoría de los integrantes de su comunidad empezaban un nuevo hogar. Su padre se dedica a la siembra, a cuidar cerdos y gallinas, para obtener  el sustento alimenticio. Su casita, conformada por  dos cuartos de adobe,  que fueron moldeados por esas manos que aprendieron a través de la experiencia, a proporcionarse más comodidades, después de que sus antepasados vivieron en cuevas.  Acarreando la tierra en burros, trayendo el agua del arroyo y dando forma a el hogar que cobijaría sus sueños y donde procrearían a sus hijos y, posteriormente, crecería su descendencia.
A Lupe, le enseñó su madre a confeccionar sus vestimentas a mano, a encender  la lumbre, coser el nixtamal, hacer tortillas, poner frijoles en el jarro, moler el pinole, ayudar a su marido a sembrar y levantar la cosecha, a ordeñar las chivas, no así, a cuidar su cuerpo y salud reproductiva. En corto tiempo había nueve niños corriendo por los alrededores de la casa, la familia aumentaba, los alimentos disminuían, cada vez había más escasez.
Su morada, alumbrada por el sol, la luna y las estrellas, situada  en pleno corazón de la sierra tarahumara, a simple vista, pareciera que era la única construcción en ese paraje cubierto de pinos; pero al avanzar dos o más kilómetros,  podía divisarse otra  vivienda construida en las cercanías.  Esta familia, como la mayoría de los raramurís, saben caminar, correr y trasladarse a pie, pueden recorrer grandes distancias, por cerros, acantilados, brechas y arroyos.  
La belleza del paisaje contrastaba con los  duros inviernos, la blancura de la nieve cubría los campos, el frío helaba las plantas, mojaba la leña, abundancia de frío, carencia de mucho.
En el rancho no había escuela, ni lugar donde pudieran desempeñarse en algún trabajo para ayudar a solventar la economía familiar, por lo que apenas crecían, debían alejarse de sus progenitores y emigrar a Turuachi, comunidad con más habitantes y servicos básicos de salud, infraestructura y educación. que se encuentra a cuatro horas caminando   o salir a algún poblado que les ofreciera más oportunidades de empleo.
Guillermina, la tercera de las hijas,   emigró junto con su hermana mayor a cursar su primaria y  secundaria, encontrando quien les diera posada a cambio de apoyar con las labores del hogar;  a la par,  trabajaban en un puesto de comida, su salario servía para enviar  un poco de alimentos a sus padres y para mantener a dos hermanitos menores que trajeron consigo.
Al terminar su secundaria, Guille, se enlista en las filas del Consejo Nacional del Fomento Educativo (CONAFE), como alfabetizadora de poblaciones altamente vulnerables, permaneciendo seis años en el rancho “La Escondida”, al cual solo era posible llegar caminando.
Deseosa de labrarse otro futuro, se traslada a la ciudad de Hgo del Parral, donde vivía su hermana mayor, quien ya había contraído nupcias. Pronto se hace visible su diminuta figura, ante unos ojos que la vieron indefensa e ingenua. La señora Matilde, ve una oportunidad de tener alguien a su servicio, le invita a mudarse con ella a la capital del estado a trabajar en su casa, prometiendo  traerla con frecuencia a visitar a su familia.
En Chihuahua,  vive  experiencias desgarradoras, producto del  abuso de poder y autoridad ejercido sobre su persona;  cuando la señora salía de viaje, lo cual hacía con frecuencia,   dejaba a Guillermina encerrada con candado, argumentando que era por su propio bien, porque había mucha maldad y gente que le podía hacer daño, ante esas intimidaciones, el desconocimiento de la ciudad  y la nula interacción con otras personas, propició que viviera un encarcelamiento, sufriendo los abusos y violencia  psicológica  por más de un año
Un día, escuchó a la señora hablar por teléfono, diciendo que vendría a Parral a emitir su voto,  cuando llegó el momento propicio, se subió a la camioneta, rogando y suplicando que le permitieran venir a ver a su hermana. Juró a la dama que se devolvería con ella, incluso, dejó sus pocas pertenencias, para mostrarle la veracidad de sus palabras.
Al llegar a la ciudad, en un acto de generosidad y desprendimiento, Matilde da a Guillermina  $650.00, siendo esta cantidad, la única aportación monetaria recibida por su trabajo.
A otro día toma el camión para la sierra y se dirige a visitar a sus padres; llega a Guadalupe y Calvo con unos familiares, ahí vivían unas amigas que había conocido con anterioridad, le invitan a un baile organizado por la comunidad, acepta gustosa, pues en su corta vida, solamente conocía trabajo y obligaciones; por lo que ve la invitación como una oportunidad magnífica de divertirse e integrarse a las celebraciones de su gente.
En estos eventos es muy común que circule el tesgüino, bebida preparada por los tarahumares con maíz fermentado, cuyo uso da significancia especial a rituales y eventos ceremoniales así como festejos propios de la comunidad.
Guillermina conocía y había probado someramente  esa bebida desde niña, sin embargo, sus amigas insistieron en que bebiera constantemente, hasta que perdió el sentido.
Los rayos del sol penetraron por las vigas y ventanas de una casucha de madera, como si se avergonzaran de alumbrar la escena que tuvo lugar. Cuando Guillermina abrió sus ojos, no pudo evitar que el espanto y un rictus de dolor atravesara sus caderas; el colchón del catre estaba manchado de sangre, así como sus muslos y su corazón.  Un hombre rarámuri, con signos visibles del alcohol ingerido, yacía  desnudo a su lado.
De esa manera inicia su vida en pareja; sin cortejo, sin amor, sin sueños o ilusiones, simplemente porque estaba ahí, en el lugar, momento  y personas equivocadas.
La familia avisa a su padre, quien  acude a tratar de salvaguardar su honor pidiendo al hombre, que cumpla con su deber y se case con su hija; petición no aceptada,   pero acuerda hacerla su pareja y  vivir a su lado.
Mujer joven, fecunda, pronto su vientre da vida a tres hijos, producto de las entregas de su cuerpo, el cual   era utilizado para satisfacer las pasiones y demandas de quien vivía bajo el embrujo y las nieblas del alcohol; adicción que no le permitía buscar un trabajo o traer la manutención a casa; en cambio, cuando bebía, encontraba   el pretexto perfecto para  gritarle y lastimarle física y psicológicamente.  Guillermina se había forjado en medio de la necesidad, por lo que estaba impuesta a  conseguir con el sudor de su frente lo necesario para que sus pequeños no desfallecieran de hambre;  laboraba en el albergue escolar de la localidad, preparando los alimentos; su pareja aprovechaba los momentos en que recibía su paga, para quitarle el dinero y comprar más bebidas.  
 En una de las constantes ausencias de ese hombre, quien se desaparecía por semanas sin dejar rastro, y  luego volvía exigiendo sus derechos de marido; Guillermina decide desaparecer de su vida; toma el autobús junto con sus pequeños y se traslada a la ciudad; estaba segura de que podía brindarles una vida mejor, tenía sus fuerzas, anhelos y manos dispuestas al trabajo. El mayor contaba en ese entonces con siete años, la segunda con cinco y el más pequeño con meses de nacido.
Afortunadamente su hermana seguía viviendo en Parral, se dirige a su casa pidiendo abrigo y posada. Ofrece sus servicios a gente de la comunidad de Santa Rosa, una vez más, hubo quien se aprovechó de su urgencia de trabajo y percepción de dinero, es contratada del amanecer al anochecer por la comida ingerida y una paga casi simbólica.
Sin embargo, ese trabajo le brindó la oportunidad de rentar un pequeño cuarto que tenía  los servicios básicos; requirió ajustar sus gastos de tal manera, que dos semanas de salario eran para pagar su renta y servicios y otras dos para los alimentos. Guille, sale junto con sus hijos mayores a los basureros cercanos a buscar un colchón, trastos y los utensilios necesarios para equipar su vivienda; consigue una carretilla y empieza la pepena de enseres domésticos.
Cuando ella salía a trabajar, su hermana se encargaba algunas veces de ayudarle con el cuidado de los niños, pero ella misma debía salir a limpiar casas y dejar sus hijos, por lo que, los hermanitos mayores se convierten en cuidadores de sí mismos y del pequeño.
La vida que ella había imaginado estaba muy distante de serlo, hubo momentos muy álgidos,  donde la desesperación y frustración hizo mella en su espíritu inquebrantable, pasando incluso    por su mente, la idea de ponerle fin a su existencia.  Afortunadamente, su amor de madre y sentido de responsabilidad que tenía por sus pequeños, le permitía levantarse después de cada caída.
Su casa,  un albergue dispuesto a recibir  toda la familia que bajaba del rancho;  momentos que podía descansar su alma al saber que sus niños estaban vigilados.
Uno de los beneficios obtenidos sin esperar nada a cambio, se dio por la ayuda de un mecánico, quien pasaba a comer en el puesto donde ella laboraba y al enterarse de la situación precaria vivida, consigue que le presten una vivienda deshabitada.
Este acontecimiento presenta un enorme desahogo enorme para su bolsillo, aunado a el tamaño e infraestructura de la vivienda, que le permite invitar a la familia de su hermana a compartir espacio, gastos y cuidado de los infantes.
La dueña de la finca contrata sus servicios como empleada doméstica en Parral, recibiendo  un trato y pago justo. Sin embargo, esa racha de suerte dura poco, ya que la señora se muda a otra ciudad, pero Guille ya había expandido su universo de conocimiento, toca las puertas  una casa en la colonia Guadalupe San Antonio, cuya dueña pasaba por momentos de crisis familiar, brindando los cuidados extremos a su madre anciana; la ayuda de Guille llega en el momento preciso, mostrando siempre, como una de sus características  distintivas, responsabilidad, entrega y disposición para hacer las tareas encomendadas.
Fueron pocos días los que la ancianita sobrevivió. Guille es convidada  por María a quedarse laborando dos días por semana, encargándose de conseguirle trabajo en otras dos casas de la colonia.
Algo que llamó poderosamente la atención de María, es el miedo que Guille demostró cuando ella tuvo que ausentarse de la ciudad, quedando su hijo y marido en casa. Con la confianza que había despertado en ella, le confiesa que en otros lugares de trabajo había sufrido de acoso sexual, transgrediendo su identidad de mujer y callando su voz por miedo a perder el sustento tan indispensable para su familia.
Se entera de buena fuente, que tan pronto abandonó al padre de sus hijos, él buscó otra mujer. Nunca mostró la menor intención de conocer su situación o preguntar por su estado de salud. Guille, agradeció de corazón ese hecho, quería que fuera un episodio borrado de su vida.
Sus padres seguían viviendo en el rancho Laja Colorada, su hermano menor, contrajo nupcias y se asentó a vivir a su lado. Era  tiempo de lluvias, hubo crecida enorme de ríos y arroyos, el se aventuró a pasar el río, pues debían traer víveres de la comunidad cercana; la fuerza del agua le arrastra arrebatándole su vida. Una vez más la tristeza e infortunio se apodera de Guille, quien decide solicitar una plaza de CONAFE cerca del rancho de sus padres, para brindarles compañía y aliento en el duelo que estaban viviendo. Primeramente, deja a sus hijos mayores al cuidado de su hermana, pues no quería que perdieran su año escolar, y vuelve a ese lugar que tantos recuerdos había dejado en su memoria.
En la primera vuelta que da a Parral por asuntos escolares, decide llevarse a sus retoños, sabiendo que el hambre y pobreza sigue imperando en su entorno.
Percibía un sueldo mísero, el cual se quedaba en pasajes cuando tenía que trasladarse a alguna comunidad donde su presencia era requerida, sin embargo, tenía la convicción, que después de un año de servicio, podría recibir una beca que le permitiese aprender algún oficio.
Guille vuelve a la ciudad, retoma su trabajo en las tres casas de la colonia, agrega una más por las tardes y los sábados acude al Centro de Capacitación para el Trabajo Industrial (CECATI), donde está preparándose en corte y confección.
Acaban de vender la casa que le prestaron por más de dos años, una vez más, la desesperación, angustia y sinsabores toca a su puerta.
Consigue otro espacio en renta. Sin embargo, ha aprendido a buscar otras alternativas, acude a Presidencia Municipal a solicitar un pedazo de tierra, para construir un cuartito;  será una empresa difícil, ¡pero no imposible!
Observa como el sol se pone en el horizonte, suspira profundamente, dirige su mirada hacia sus hijos quienes duermen inocentemente y sabe con certeza, que sus sufrimientos no han sido en vano. 
Ella tiene solamente 33 años, mismos que ha luchado contra la discriminación, pobreza y desigualdad social; su espíritu es inquebrantable, sus silencios retumban en el eco del viento, su voz se levanta, alza su mirada y agradece al creador por todos los bienes recibidos.






2 comentarios:

  1. Realidades dolorosas, que se multiplican por todo el pais, por todo el mundo, en pleno siglo XXI. Que mujeres! Que historias! Gracias Cuquis.

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  2. Historias que se viven actualmente 😢

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