En búsqueda de la utopía
Maestra Cuquita Sandoval Olivas
En los momentos de complicidad con el silencio, de
soledad, aislamiento y encuentros consigo mismo, solemos hacer introspecciones
de nuestro ser, hacer, conocer, y personas con las que hemos tenido la suerte
de coincidir en este espacio llamado vida; algunos presentes, otros ausentes;
algunos rostros, el tiempo se ha encargado de difuminar borrosamente sus
facciones y sólo persisten breves destellos e imágenes fugaces del recuerdo.
En ese devenir introspectivo, surgen cuestiones que
traslapan las distancias del tiempo, del olvido, y llegan las esencias de las memorias que se
han impregnado en las paredes del cerebro y lanzan destellos de emoción al
corazón, el cual palpita con más fuerza,
para hacernos saber que se encuentra en sintonía con las emociones generadas;
los ojos se entrecierran, los suspiros brotan y son arropados y trasladados por
el suave devenir del viento; las lágrimas empañan la visión, tratan de lavar
las memorias, de limpiar al olvido; a
fuerza de activar las remembranzas, éstas suelen llegar en partes, como flashazos que
presentan episodios con escenas
impregnadas del sabor dulzón de la miel
y, otras, antagónicas, vestidas, con
podredumbre, ataviadas y perfumadas con color y aroma a hiel.
Hay tanto dolor, desesperanza, infortunio y calamidad a
nuestro alrededor, basta escuchar y leer los titulares de los medios
informativos, para cubrirnos de tristeza y desasosiego; ¡suicidios al alza!
¡secuestros! ¡chantaje! ¡robos! ¡asesinatos! ¡prostitución! ¡enfermedades!
¡accidentes! ¡muerte! que debemos cubrirnos de fortaleza para no caer en el
desaliento.
Reconocer que nuestra condición humana es finita, “nada
ni nadie es para siempre”, tenemos que decir adiós a las personas que amamos y
seguir adelante; aprender a desprendernos de lo que consideramos nuestro; a ser
resiliente a las adversidades, a buscar la luz ante las tinieblas de las
crisis: financieras, emocionales, de salud, sociales, familiares y personales;
a revestir nuestra espiritualidad; a amar más, soñar más, sonreír, jugar,
bailar y cantar.
Cada día, cada fecha conmemorativa, cumple un ciclo que
va archivando en la memoria los recuerdos vividos, sueños compartidos, metas y
objetivos trazados, que aún a fuerza de persistencia, constancia y dedicación,
algunos se van quedado en el camino, causando desaliento y frustración.
La utopía es el ideal bueno y justo que todos buscamos. Cabe
mencionar la famosa frase del autor
Eduardo Galeano “La utopía está en el horizonte, camino dos pasos, ella se
aleja dos pasos, y el horizonte se corre diez pasos más allá”, entonces
¿para qué sirve perseguir la utopía?,
precisamente, nos impulsa a caminar, a avanzar, a no rendirnos jamás en
la búsqueda de esa imagen ideal en el horizonte; a encontrar sentido a nuestra
estancia en la tierra, a buscar la esencia y el aroma de las rosas, a luchar,
trascender, ¡a vivir en toda la
extensión de la palabra!
Aprender a conjugar los verbos con nuestro diario vivir:
agradecer, amar, servir, dar.
Y como dijo el poeta Rudyard Kipling: “cuando vayan
mal las cosas, como a veces suelen ir, cuando ofrezca a tu camino sólo cuestas
por subir, descansar acaso debas, pero nunca desistir”
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