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Bibliotecas humanas
Por Cuquis Sandoval Olivas
“Bibliotecas humanas” fue el nombre otorgado a una hermosa e innovadora estrategia de lectura implementada por el Tecnológico de Parral, en el marco de la celebración de su L aniversario de fundación.
El proyecto, más que un simple evento académico, fue una apuesta por la palabra viva, por esa lectura que se sostiene en la mirada, en la voz y en la memoria de quienes amamos los libros y hacemos de estos nuestra morada.
Diversos escritores —tanto de la comunidad como foráneos— fuimos invitados a compartir nuestra experiencia con la escritura, nuestras motivaciones, los caminos que nos condujeron a las letras y las historias que nos habitan. Cada autor se convirtió simbólicamente en un libro abierto, dispuesto a ser “leído” por los asistentes a través del diálogo y la escucha.
Era, en verdad, una biblioteca de carne y hueso, donde el conocimiento y la emoción se respiraban entre palabras y miradas.
El encuentro dio inicio con una presentación impecable de cada participante, acompañada de la lectura de una breve semblanza que fungía como prólogo de nuestras propias páginas vivientes. A cada invitado se le otorgó una denominación especial para su espacio; el mío fue “Platicando con los libros”, título que me pareció un guiño al alma lectora que llevo dentro. En ese rincón del Palacio Alvarado, entre muros centenarios y ecos de historia, los libros se despojaron de sus cubiertas para volverse conversación.
La organización fue digna de celebrarse: cada detalle, desde la elección del majestuoso recinto hasta la precisión del tiempo asignado para el intercambio con el público, fue planeado con esmero y respeto por el arte de la palabra.
Las preguntas fluían con naturalidad, y las respuestas se entretejían con anécdotas, reflexiones y recuerdos personales. Hubo quien preguntó por el origen de un poema, quien se interesó por el proceso de creación, y también quien solo quiso compartir la emoción de haber encontrado en la lectura un refugio contra la soledad.
Cada diálogo se volvió una lectura íntima y compartida, donde las emociones se transparentaban como las páginas de un libro antiguo bajo la luz de una vela. Descubrí, una vez más, que cada lector guarda dentro de sí un escritor dormido, y que el verdadero sentido de la literatura radica en ese puente invisible que une a quien escribe con quien escucha, en un acto de comunión silenciosa y profunda.
El resultado fue una experiencia profundamente enriquecedora y humana, donde las historias, los procesos creativos y las reflexiones sobre la lectura y la escritura se entrelazaron para fomentar la empatía, el diálogo y el amor por la palabra. Este tipo de actividades confirman que la lectura no solo se encuentra en las páginas de los libros, sino también en las voces y vivencias de escritores y lectores.
Cuando el evento concluyó, al salir del Palacio Alvarado, tuve la sensación de haber vivido algo más que una jornada cultural: había sido una celebración del alma y la palabra, una confirmación de que los libros respiran a través de nosotros, que seguimos siendo páginas andantes, portadores de historias que merecen contarse.
Aquella tarde, comprendí que una biblioteca humana no se cierra al caer el telón.
Sigue abierta mientras exista alguien dispuesto a narrar su vida, y otro, ávido, dispuesto a escucharla.
Inmensamente agradecida con la vida, con las personas con quienes tengo la dicha de coincidir y con esas oportunidades que llegan como destellos de aprendizaje y crecimiento personal, experiencias que trascienden el yo y se abren hacia la otredad.
A partir de ese momento, me reconocí en la nueva denominación otorgada: soy una Biblioteca humana.
Tejo con hilos de palabras, levanto estructuras con frases y oraciones, y en cada una habitan fragmentos de otros escritores, de diversas culturas y contextos, pero todos nos unimos en un mismo pulso: el amor por la literatura.
Ser una biblioteca humana es saberse parte de un tejido mayor, donde las historias se enlazan, los silencios se escuchan y la palabra se convierte en puente. Es comprender que cada lector deja también su huella, y que en el intercambio de voces se renueva el milagro de leer la vida a través de las historias compartidas.
Excelente!!! Felicidades
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