Buscar este blog

viernes, 28 de febrero de 2025

Cómo hacer que te pasen cosas buenas























C
uando enfocamos nuestra atención en un libro, generalmente visualizamos el título, el nombre del autor/a, su nacionalidad, la fecha de edición y la sinopsis en la contraportada. Si la lectura proviene de una recomendación expresa, dirigimos nuestra mirada a los puntos de coincidencia con quien la sugiere. Finalmente, si el contenido logra atrapar al lector, este lo recomienda de inmediato, compartiendo algunas vivencias y aprendizajes obtenidos. De esta manera, se alcanza un punto de equilibrio en el que se intercambian visiones, perspectivas y experiencias personales, haciendo de la lectura una vivencia sumamente enriquecedora.

Esta reseña alude al texto recientemente abordado en la sala de lectura “Leyendo y Reconstruyendo”, tras haber aceptado una invitación expresa de la Embajadora Cultural Diva Estrada. La sugerencia fue bien recibida y de inmediato se compartieron detalles en el grupo de WhatsApp, tanto biográficos como de contenido.

“Cómo hacer que te pasen cosas buenas” es un libro de la escritora española Marián Rojas Estapé, publicado en 2018. Con 232 páginas, cada una de ellas encierra un alto contenido que invariablemente conduce a la introspección y la autocrítica. Su impacto ha sido tal que ha sido traducido a más de diez idiomas y se encuentra a la venta en más de cuarenta países, contando hasta la fecha con el mismo número de ediciones.

Además de escritora, Marián Rojas Estapé es médico psiquiatra de gran trascendencia, no solo por su formación académica, sino también por su linaje: su abuelo y su padre han ejercido esta noble profesión. Su labor humanitaria la ha llevado a participar en proyectos solidarios, como la atención y seguimiento a niñas víctimas de prostitución en Camboya. Es miembro activo de una ONG dedicada a la prevención del tráfico sexual y ha impartido clases a niños de barrios marginados. Actualmente, estudia la somatización, las emociones y los procesos del pensamiento en relación con su influencia en la toma de decisiones y el bienestar.

El primer capítulo aborda la felicidad como un reencuentro con el yo interior, explicando que la vida es un viaje en el que debemos caminar hacia la construcción de esos momentos de plenitud. La autora describe con gran maestría la sobreestimulación a la que estamos expuestos hoy en día y cómo, ante tantos caminos posibles, es fácil perder el rumbo y no saber hacia dónde dirigir nuestros pasos.

A lo largo del libro, cita a numerosos escritores, médicos, teorías, libros y frases que respaldan sus explicaciones. Destaca el papel fundamental de las hormonas, como la oxitocina y la dopamina, y advierte sobre los efectos negativos del estrés prolongado, que eleva los niveles de cortisol y afecta el sistema endocrino, inmunológico y nervioso. Asimismo, resalta la importancia del ejercicio, una alimentación saludable, el cultivo de pensamientos positivos y el alejamiento de personas que no aportan bienestar a nuestra vida.

La autora sostiene que muchos de los grandes males que aquejan a la humanidad provienen del mal manejo del tiempo pasado y futuro. En el primer caso, cuando nos aferramos a situaciones o problemas que impiden avanzar, permitiendo que la depresión se convierta en un huésped permanente. En el segundo, cuando el miedo a lo que pueda suceder genera ansiedad y nos impide disfrutar el presente.

Este libro es un compendio de autoayuda. No es un manual, pero reúne diversos enfoques científicos, psicológicos y de las neurociencias para explicar el funcionamiento del cerebro. Con un lenguaje accesible y una sólida base teórica, vincula sus estudios con la humanización de la práctica clínica, sustentada en los resultados obtenidos en su consultorio.

Cada frase es digna de cita y ejemplificación. Cierro con una de estas:

“Hay aspectos ajenos a nosotros que no podemos cambiar. No podemos elegir gran parte de lo que nos sucederá en la vida, pero somos absolutamente libres, todos y cada uno de nosotros, de elegir la actitud con la que afrontarlo. Nos reparten unas cartas, mejores o peores, pero son las que tenemos y hay que jugarlas lo mejor posible.”

martes, 18 de febrero de 2025

El resplandor de la tarde





    Abrir los ojos para contemplar el espectáculo de un nuevo día es un regalo invaluable, acompañado de innumerables bendiciones: la familia, los amigos y todo aquello que nos rodea. A esto se suma el libre albedrío, que nos permite tomar decisiones, elegir con quién compartimos nuestro tiempo y definir qué, cómo, cuándo, dónde y por qué realizamos las actividades que nos generan placer y bienestar. Estos son algunos de los elementos que otorgan sabor y color a nuestra existencia.

    Recientemente, atendimos una convocatoria estatal para participar en un encuentro de cachibol en la ciudad de Delicias, Chihuahua. En este evento se reunieron más de veinte equipos, tanto de la rama varonil como femenil, distribuidos en tres categorías, que abarcan desde los cincuenta años hasta los setenta y más.

    En la categoría de setenta y más, solo participaron  un equipo varonil y uno femenil   representando a Chihuahua, dando muestra de entusiasmo, vitalidad y, sobre todo, del impacto positivo que el ejercicio constante tiene en el organismo. Hago referencia al equipo femenil, porque tuve la suerte de convivir, contender  y observar su desempeño con detenimiento. Estas damas, cercanas a la octava década de vida, se desplazan con agilidad por la cancha, ejecutan las jugadas con precisión, fuerza y seguridad, reflejando el dominio del deporte adquirido a través de la práctica.

    Durante este encuentro, tuve la oportunidad de conocer a la señora Olga Elisa Nava López, nacida en 1946. Ella practicó el baloncesto desde muy temprana edad,  interrumpiendo su práctica al contraer matrimonio y lo volvió a retomar  en  la década de los sesenta, jugando con el equipo de “Las Adelitas”. 

    Su dedicación y perseverancia ha dado grandes frutos, destacando a nivel internacional como basquetbolista y obteniendo el reconocimiento como una de las mejores encestadoras. Actualmente, forma parte del equipo representativo de Chihuahua, con el cual ha competido en distintas entidades de la República Mexicana. Su trayectoria deportiva la llevó a Finlandia en 2018, donde su equipo obtuvo el campeonato de minimalismo. Posteriormente, participaron en los Juegos Panamericanos, logrando su pase para representar a México en Suiza en junio del presente año.

    Además, Olga ha destacado como velocista en la prueba de los cien metros planos y por cuatro años consecutivos, obtuvo el título de subcampeona del adulto mayor.  Desde que cumplió los sesenta años, se ha dedicado al cachibol. En 2019, recibió el “Premio Teporaca” a la excelencia en el deporte, un reconocimiento otorgado a los atletas que han sobresalido en competencias de alto nivel. Este galardón consiste en una estatuilla, un diploma y una beca económica dentro del programa “Mi Beca Chihuahua del Deporte”.

    Olga expresa que su entrega y dedicación al deporte le han brindado innumerables satisfacciones, entre ellas, una autoestima elevada, confianza y seguridad en sí misma, una excelente salud y, sobre todo, el reconocimiento y orgullo de sus tres hijos y nietos, quienes son su mayor motivación.

    El principal motivo de compartir su historia es para mostrar nuestra admiración y reconocimiento, además de hacerla visible a la comunidad parralense e invitar a los adultos mayores para que se integren a algunas prácticas deportivas o culturales, que son detonantes de salud, bienestar y armonía, recordando que la distancia entre los sueños y la realidad, radica principalmente en la disciplina para forjar los hábitos. 

viernes, 7 de febrero de 2025

Se ha apagado una estrella






Jorge Luis Sandoval Moreno

(28 de octubre de 1985- 04 de febrero del 2025)

     Dos fechas emblemáticas que, sin duda alguna, han marcado el entorno familiar y comunitario. La primera, porque con su arribo pobló de dicha, esperanza e ilusiones, cimentando el mundo en el recuerdo de los ayeres, en la alegría del presente y en la esperanza del futuro. La segunda, envuelta en lágrimas de impotencia y desesperanza, marca el fin de las hojas para seguir escribiendo el mañana. No hay más tinta ni versos que lleven implícito su ser y sentir. A partir de esta última fecha, las evocaciones despiertan un torrente de lágrimas y dolor, con la certeza de una ausencia absoluta e irrevocable. Es un bosque de espesos follajes donde se busca vislumbrar su alma.

    En una de las muchas charlas efectuadas con su madre, me dijo: —Me gustaría que escribieras mi esquela al morir.

    Nunca imaginamos que primero fallecería su hijo, porque siempre pensamos que somos los padres quienes partiremos primero, que ellos serán quienes nos entierren y que seguiremos el orden natural de la vida que hemos creado en el imaginario. Pero la realidad siempre es más inoportuna, cruel e incierta; nos atrapa dentro de la cotidianidad, haciéndonos perder la oportunidad de expresar nuestros sentimientos.

    El “hubiera” llega para instalarse en el subconsciente, removiendo los escombros de lo que nos faltó por hacer, por cambiar y por decir. Sin embargo, la fuerza de las embestidas trae muchas lecciones que debemos aprender y poner en práctica.

Conocí a Jorge como hijo de una gran maestra y amiga, como alumno de la Escuela Secundaria Técnica. Con el paso de los años, lo vi convertirse en un profesionista dentro del campo de la docencia. Siempre admiré su pasión y amor por la lectura, su facilidad de palabra y el cúmulo de conocimientos que obtuvo de su inmersión en las letras. Estos mundos imaginarios lo llevaron a la expresión escrita, que plasmó en prosa poética, enfocando su quehacer literario en la producción de versos libres, donde desahogaba sus miedos, inquietudes y zozobras, pero también sus sueños y alegrías.

    Estudió a los poetas malditos del siglo XIX, cuya poesía se caracteriza por su rebeldía, subvirtiendo la moral de la época. En ellos encontró el encuadre perfecto de expresión para verter su obra, adquiriendo un estilo y voz muy propios, sembrando en su parcela de lenguaje personal. Presentó su obra ante uno de los grandes íconos de nuestra región,Carlos Montemayor, quien reconoció en sus letras la fuerza y potencia de un joven listo para trascender. Posteriormente, el poeta y escritor parralense Federico Corral Vallejo lo impulsó a publicar su primer poemario, Pequeña dicha de náusea. En 2022, ganó el Premio Nacional de Poesía “Saúl Ibargoyen” con su texto Ambigua compilación de cosas sin importancia.

    Fue promotor del club literario “Letras Borrachas”, donde muchos jóvenes encontraron el espacio perfecto para escribir y declamar sus versos.

    Consciente de su potencial y del impacto que su presencia generaba entre los jóvenes, lo invité a participar como conferencista e impulsor de la lectura y la escritura, tanto en la Escuela Secundaria Técnica 70 como en la Escuela Normal Superior “Profesor José E. Medrano”, además de ser invitado especial en otros proyectos literarios, como los “Encuentros de Escritores Parralenses”, coordinados por Federico Corral.

    Sin duda alguna, me siento conmocionada y conmovida ante su deceso, no solo por la cercanía y familiaridad, sino porque se ha perdido un hijo, un padre, un maestro, un amigo  y un hombre de letras.

    Sirvan estas palabras como un homenaje a Jorge Luis, a sabiendas de que quien deja su obra impresa jamás muere, porque sus versos seguirán hablando por él, como un rayo que no cesa en su resplandor, llevando destellos de luz. Porque tanto el lector como el escritor permiten que los textos tengan vida y, aun después de la muerte, sus pensamientos siguen latiendo.

    Así, Jorge Luis Sandoval Moreno trasciende en cada página escrita, en cada verso declamado, en cada lector que se encuentre con su obra. Su esencia se mantiene viva en las letras que dejó, en las voces que lo recuerdan y en la memoria imborrable de quienes lo amamos. Que su poesía siga fluyendo, eterna y luminosa, como testimonio de su existencia.

sábado, 1 de febrero de 2025

Cumpleaños de Chayito y Malaquías


https://www.facebook.com/share/r/14a68ZzWrb/

Huella indeleble










    Debiéramos darnos un tiempo para escribir sobre las personas en vida, pero la existencia transcurre tan rápido que, a menudo, la muerte nos sorprende, arrebatándonos la presencia de esos seres especiales que han dejado huella en nuestro camino. Marcaron pautas, abrieron senderos y forjaron lazos imborrables en nuestro contexto inmediato y mediato.

    Sin lugar a dudas, no existen caminos sin obstáculos ni rosas sin espinas, como tampoco hay una biografía sin heridas. Algunas sanan con el paso del tiempo, otras permanecen como cicatrices imborrables, y unas más resultan decisivas, trazando el umbral antagónico de la vida y cerrando un círculo que, a su vez, abraza la memoria colectiva e impregna el sentir de familia y comunidad.

    Hoy me permito ser portavoz del pueblo ballezano para expresar los sentimientos que embargan el alma tras la pérdida de un amigo, un compañero, un ser humano excepcional: el doctor Enrique Carrillo Ronquillo (15 de octubre de 1956 - 20 de enero de 2025). Su vida quedó atrapada entre dos fechas emblemáticas, marcando un punto de inicio y otro de despedida, pero su legado permanece imperecedero en los corazones de quienes tuvimos la fortuna de conocerlo.

    Hago uso de los recuerdos atesorados para honrar su memoria. Expresarlos a través de las letras es una encomienda de amor y gratitud, con la intención de transmitir a su familia el cariño, la admiración y el respeto que supo ganarse en nuestra comunidad.

    En 1982 llegó a Balleza con una maleta cargada de sueños e ilusiones. Recién egresado de la Facultad de Medicina, traía consigo el conocimiento para combatir el dolor y la enfermedad, la calidez para ganar amigos y los valores que marcaron su andar profesional y personal. Su bata blanca no solo era un símbolo de su profesión, sino el reflejo de su entrega inquebrantable, su vocación de servicio y su amor incondicional por el prójimo.

Su presencia fue sinónimo de esperanza. Atendía a quien lo necesitaba sin importar la hora ni el cansancio, brindando un diagnóstico certero, una palabra de aliento y unas manos dispuestas a sanar. Su compromiso con la salud y el bienestar de su gente trascendió más allá de una consulta; fue un apoyo incondicional, un guía y un amigo para muchos.

    De su unión matrimonial con su amada esposa, Juana Camacho Domínguez, nacieron cuatro bellos frutos: Clemencia Karina, Blanca Patricia, María Isabel y Flor Alejandra Carrillo Camacho. Su árbol genealógico se expandió con la bendición de sus seis nietos: Brenda Yahaira Martínez Carrillo, Jorge Alexis Carrillo, Manuel Enrique Martínez Carrillo, Yaritza Isabel Carrillo, María Fernanda Sánchez Carrillo y Ana Lucía Gómez Carrillo. Además, le sobreviven sus hermanos: María Elena, Salvador, Norma Teresa, Luis y Martha Irene Carrillo Ronquillo.

Hoy en día, el dolor cimbra las fibras del alma, su familia llora su partida, el pueblo lamenta su ausencia,  pero su legado permanecerá en cada vida que tocó, en cada familia que ayudó y en cada corazón agradecido por su bondad. No se ha ido del todo, porque quienes dedican su vida al servicio de los demás,  jamás mueren en el recuerdo de su gente.

    Descanse en paz el doctor Carrillo. Su ejemplo seguirá iluminando el camino de quienes, como él, ven en la medicina un acto de amor y entrega, buscando combatir la enfermedad y el dolor, y con sus conocimientos y experiencia, resarcir el proceso dinámico y ordenado de la vida.