“Cuando aquella noche me llamó a su vera
para bendecirme y morir en paz
yo que la adoraba con cariño inmenso
como débil niño, le grité, mamá”
Federico García Lorca
Polvo de estrellas
La línea finita del tiempo hace visible el punto de inicio a partir del nacimiento y una fecha final, marca la partida a la morada eterna; las riquezas de vida que en ese lapso se construyen, son plataformas que sostienen las memorias, estructuras donde se adhieren emociones y sentimientos, mismas que siguen dando vida a los recuerdos, porque las huellas marcadas por el sendero familiar, se siguen revisitando, caminando sobre estas, siguiendo sus pasos, ayudando de esta manera, a revestir la imagen y figura amada a través de diálogos, remembranzas, lágrimas y risas.
A sabiendas de la mortalidad que enviste y acompaña al ser humano en su trayecto, nunca es fácil decir adiós, soltar y desapegarse de un ser querido. El cordón umbilical que une a la madre, no desaparece con el nacimiento, sigue siendo un enlace permanente, un palpitar de corazones al unísono y una conexión de amor que va más allá de la vida terrenal.
De tal forma, puede entenderse por qué al morir la madre, se queda en completa orfandad, sintiendo un vacío y soledad que nadie más puede llenar.
La señora Alicia García Moya (30-01-1944) - (29-04-2024), mujer octogenaria cuyo vientre albergó y dio vida a ocho brotes de ilusión y esperanza: Estela, Rocío, Bertha, Jorge, Norma, Juan, Mayra y Gabriela, árbol genealógico de cuyas ramas se desprendieron una treintena de nietos y a su vez, otras tantas de bisnietos, con quienes tuvo la suerte de compartir y convivir.
Hoy en día, ellos se encuentran sumidos en el desconsuelo y tristeza, porque ese roble que sostuvo las raíces del núcleo familiar, poseía un tronco fuerte donde emanaba la savia, transportando los tejidos de conducción, la sabia de la sabiduría adquirida por la experiencia, la abundancia del amor, que formó y alimentó con mano firme y consejos pertinentes y oportunos. Esa mujer, perdió su adhesión al suelo, su corazón no tuvo fuerzas para seguir latiendo y su alma y espíritu se desprendieron de su cuerpo terrenal.
Alicia García Moya, tuvo una larga y prolífica vida, además de los roles principales antes mencionados, fue una de las jugadoras pioneras en el deporte del softbol femenil, asimismo, se hace mención, de que, por varios años, fue empleada del Servicio “Bery”, negocio que se dedica al enderezado y pintura de autos.
Ambas actividades, una de deporte y otra de trabajo, aunadas a la crianza de sus hijos y cuidado del hogar, son dignas de reconocerse, ya que ella, tuvo el valor de enfrentar y romper los modelos y estereotipos de género impuestos en ese tiempo y que a la fecha siguen prevaleciendo.
Sirvan estas breves letras para expresar y agradecer las múltiples manifestaciones de apoyo recibidas en este proceso de duelo. El acompañamiento, las llamadas, mensajes, arreglos florales que, con su colorido y esencia, acompañan su última morada.
Una forma poética y metafórica de entender la muerte, es pensar que, al descomponerse nuestros cuerpos, se mezclan con los elementos básicos del universo y de esa manera seguimos viviendo por siempre.
Maestra Cuquis Sandoval Olivas
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