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viernes, 4 de noviembre de 2022

La vida y la muerte



https://www.elsoldeparral.com.mx/analisis/espejos-de-vida-la-vida-y-la-muerte-9136475.html 

La vida y la muerte

México es un país multicultural, rico en diversidad geográfica, en sus etnias, en la prevalencia y rescate de sus tradiciones ancestrales, que son una mezcla de las culturas prehispánicas y de algunos elementos que al paso del tiempo se les han ido incorporando. 

            Las tradiciones se mantienen vivas porque la gente las sigue practicando y las nuevas generaciones las van incorporando a su ser y hacer; tal es el caso del culto que se rinde a la muerte, como un homenaje especial a los seres queridos que ya no están en esta esfera terrenal, pero siguen viviendo en el recuerdo y corazones de quienes quedamos en el mundo. 

Cada estado de la república mexicana, utiliza un sinfín de recursos ornamentales que se destacan por su brillo multicolor, para adornar sus calles, sus edificios y los cementerios, que generalmente son puntos de encuentro con la tristeza y dolor por la ausencia y apego que experimentamos con las personas que amamos; pero en estos días de jolgorio, se   engalanan con los colores, flores y ornamentos que brindan un toque distintivo de unión familiar, porque al celebrar la muerte, se conmemora la vida, se honra su recuerdo y se traen a colación eventos, anécdotas y episodios  vividos; se escuchan los acordes musicales que se mezclan con oraciones y alabanzas; se comparte el pan, el diálogo, la avenencia, se privilegia el orden y limpieza del lugar, para que en ese día tan especial, el alma de nuestros difuntos  se sienta acompañada, con el abrazo del amor que venera su memoria, donde vivos y muertos nos podemos reencontrar en una dimensión que nos permite convivir. 

Las escuelas como espacios formadores, se encargan de poner en práctica esta tradición, montando altares de muertos, en salones, canchas, o espacios designados para que la comunidad educativa se involucre; las flores de cempasúchil brindan ese colorido aromático que impregna el ambiente y cuya función es guiar las almas hacia los altares a través de los siete niveles, que simbolizan los pasos necesarios para llegar al cielo;  los elementos indispensables están a la vista, como son: el agua, las velas o cirios, el incienso, la nube y alhelí (planta), arco de flores y frutas, cruz, pan, petate, fotografías de los difuntos, comida tradicional, izcuintle (en el caso de las almas de niños que simboliza el perro que les ayuda a cruzar el caudaloso río de Chiconahuapán), sal, papel picado  y calaveritas de azúcar.

Además de esta tradición, los desfiles de catrines y catrinas se han convertido en toda una tradición, representando un símbolo de muerte, pero también hacen alusión a una sátira social que se implementó durante el porfiriato para protestar en contra de las condiciones económicas del país y las diferencias sociales prevalecientes.

Hay concursos, tanto de altares como de catrinas; los medios de comunicación se encargan de hacer la difusión pertinente. En últimas fechas, se han agregado otros componentes a la celebración, como el caso de nuestra ciudad, que tiene a bien organizar el evento anual de “Platicando con los muertos”, donde se hace gala por medio de la personificación y erudición de la vida de algunos personajes, cuyos restos descansan en el panteón de Dolores, rescatando historias, leyendas y anécdotas que el público en general tiene a bien conocer.

Y como todo en la vida, esta sigue su curso, las visitas a los panteones van mermando, pero permanecen los arreglos hechos en cada tumba, que brindan un espectáculo del amor y atención profesada a esa persona en especial.

            Reconocemos que somos viajeros en el tiempo y nuestro destino final es el mismo. Cierro con una frase de Norman Cousins (1915-1990): “La muerte no es la mayor pérdida en la vida. La mayor pérdida es lo que muere dentro de nosotros mientras vivimos”.

Maestra María del Refugio Sandoval Olivas

 


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