De lo
ordinario a lo extraordinario
“Lo cotidiano, lo ordinario, lo mundano es lo
que mantiene el motor en marcha. Qué extraordinario es lo ordinario en
realidad, una herramienta que todos usamos para seguir adelante, una pauta para
la cordura “.
Cecilia Ahern
La cotidianidad nos presenta un abanico de
oportunidades para que por medio de la percepción y las actitudes que
adoptemos, logremos transformar lo ordinario en algo extraordinario. Dentro del
libre albedrío que poseemos, tomamos decisiones desde el momento que nos
levantamos, de nosotros depende el tinte de color que imprimamos a cada una de
estas láminas que se nos presentan para colorear el día.
Con ese pensamiento positivo, podemos enfrentar
y cubrirnos de resiliencia ante las embestidas que los vientos huracanados
traen consigo. Nuestros pensamientos rigen las acciones, son motores de impulso
que provocan sentimientos; mismos que se expresan en los estados de ánimo que adoptamos
y manifestamos ante nosotros mismos y ante los demás, conocidas como emociones,
cual espejos que se reflejan en el rostro y comunican lo que se está
experimentando; podemos mostrarnos taciturnos o alegres, tímidos o confiados,
entre otros. Entonces, los sentimientos son el resultado de las emociones y
pueden ser verbalizadas con gestos o palabras que comunican.
Pienso,
siento y hago; frase que
lleva a aquella pronunciada por el filósofo Descartes: “Pienso, luego existo”, que buscaba demostrar la existencia de
otras cosas, a partir del reconocimiento propio.
Tras esa breve introducción, se reconoce la
importancia de la educación emocional, que no es solo una tarea escolar, sino
de la sociedad en general; el cómo las acciones ordinarias pueden ser captadas
como extraordinarias, cuidando en primera instancia, los pensamientos, que se
traducen en palabras que van formando ideas en nuestra mente, luego se
convierten en esa brújula que lleva a las emociones y finalmente, son los
vehículos que nos mueven a efectuar determinada acción.
Un transporte requiere de energía para su
movimiento, siendo así, como los estímulos internos, han de ser provistos por nosotros
mismos; como el ejercitarnos, reunirnos
con gente que nos trasmita energía positiva, efectuar actividades motivantes,
en mi caso leer y escribir son medulares, así como el compartir y socializar
con la familia y otras personas que giran a nuestro alrededor; cuidar los
hábitos y la repercusión que puedan tener en nuestra salud física y mental;
construir nuevos proyectos, forjarse metas, ser empáticos, entre otros muchos
que ayudan a este fin.
Los estímulos externos, pueden ser
ambivalentes. Entre las situaciones que desequilibran la estabilidad, se
encuentran primeramente la enfermedad y la muerte; ambas nos muestran la
fragilidad humana, que a pesar de los avances científicos y tecnológicos, hay
enfermedades que escapan a la comprensión médica o a su curación; a la impotencia de soltar, de dejar ir a las
personas, porque en la mortalidad de los otros estamos conscientes de nuestra
propia muerte; a estas se añaden otras
tantas como la violencia, la corrupción, la mentira, la inestabilidad económica
y pudiera seguir enumerando una serie de eventos y circunstancias fortuitas que
cambian el panorama del cielo que cubre nuestra existencia, tambaleando además
el piso que sostiene nuestros pasos y poniendo en riesgo la seguridad
emocional.
Ante este paisaje incierto que la vida
presenta, hay que aprender a conjugar los verbos en el presente, reconocer su pasado
y proyectarnos hacia el futuro con la certeza de que somos seres finitos, pero
que las huellas de nuestras acciones quedan impresas.
¡Hagamos de cada día, algo extraordinario!
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