Sueño de
letras
“El acto de escribir es el acto de hacer el alma”
Gloria Anzaldúa
Todo sueño inicia con la generación de una idea, cuando
esta va germinando y empieza a expandirse por los poros de la convicción y la
voluntad de querer realizarlo, se buscan las personas ideales que lo compartan,
se esboza un plan de acción previo al diseño, se le otorga un nombre distintivo
y se embarca en el viaje, cuyo equipaje es:
manos, pensamiento y corazón; las herramientas indispensables: libreta, pluma, teléfono, computadora y una
fuerte y profunda convicción, una voluntad férrea de querer construir andamios
con la palabra escrita, de hilar los sueños de letras hasta transformar el
mundo interior.
Fui invitada a impartir un taller literario sobre
escritura, el grupo lo conforman cinco entusiastas damas que ya participaron en
un taller autobiográfico promovido por “DEMAC, mujeres que se atreven a contar
su historia”. Después de un tiempo, empieza a surgir en ellas, esa necesidad
intrínseca de creación literaria, el volver a retomar el hábito e incentivar la
pasión por escribir. Acepto el reto y emprendemos una nueva aventura que lleva
como objetivo principal el expandir nuestros horizontes hacia la magia de la
escritura creativa, esa que no se somete al rigor académico, sino que permite
la libertad y fluidez de las ideas, que luego se convierten en palabras, en
conceptos, frases y párrafos con cohesión, y coherencia, que trasmiten los
significados que afloran por medio de las emociones y los sentimientos.
A una semana de su implementación, hemos podido constatar
que es difícil la adquisición de un hábito, porque conlleva el cambio y romper
esquemas ya establecidos, sin embargo, con las repeticiones de conductas
diarias, se va instalando en el cerebro hasta convertirse en una secuencia de
acciones rutinarias y automáticas.
El ejercicio inicial y que llegó para quedarse es la
escritura de un diario, porque permite la libertad de expresión del que
escribe, remite a la recopilación de experiencias personales, incentivando a la
memoria, a la reflexión y análisis de los sucesos, eventos y personajes que
rodearon nuestro día. Es un mapa que ayuda a encontrarse a sí mismo, organiza
las ideas, conecta con la intuición, con la creatividad, amplía la perspectiva,
el autoconocimiento y, sobre todo, ayuda en el manejo de las emociones.
La escritura es catártica, porque permite liberar las
energías o cargas nocivas que la vida misma nos presenta. Toda producción
escrita enmarca un proceso cargado de sentimientos, quien las escribe se libera
y quien lo lee, recibe y experimenta catarsis a través de sus letras. Es por
ello, que tanto la escritura como la lectura, conforman una mutualidad casi
perfecta.
La riqueza de cualquier taller reside primeramente en el
diseño, objetivos y metas a alcanzar, pero el éxito contundente se debe a las
aportaciones y participaciones de los talleristas.
Me encuentro sumamente agradecida por las oportunidades
que la vida me brinda, por las personas que están a mi alrededor, que son
hiladoras y tejedoras de sueños; me congratulo, de formar parte de sus proyectos literarios, de conocer
sus ilusiones; como pasajeras de este viaje iremos construyendo alfombras y nubes de palabras, de historias
personales, familiares y comunitarias, las cuales, al ser rescatadas por la
magia de la escritura, permiten que esas vivencias traspasen los muros del
tiempo y de la existencia, perpetúen el contexto que estamos viviendo y se
conviertan en portavoces del mañana.
Cierro con esta frase de Voltaire (1694- 1778): “La
escritura es la pintura de la voz”.
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