https://www.elsoldeparral.com.mx/analisis/espejos-de-la-vida-reminiscencias-de-vida-7435756.html Reminiscencias de vida
“La rueda de la
vida” es el título que lleva el libro de Elizabeth Kübler-Ross, médica de
profesión y pionera de la tanatología, «disciplina científica que se encarga de
encontrar significados a la muerte, así como el ayudar a pasar por el proceso
de duelo» explica la autora que, al haber reconciliación con la muerte, se
aprende a valorar y amar la vida.
La palabra rueda
nos lleva a reconocer que hay un punto de inicio, que se va expandiendo cual
círculo concéntrico, atrapando en su núcleo a los apegos inmediatos que van
creciendo conforme se avanza en el desarrollo generacional; tiene también un
final, se cierra al completar un ciclo.
Volvemos al polvo y
finalmente, al paso del tiempo vamos cayendo en el pozo del olvido. Así lo dijo
el escritor argentino Jorge Luis Borges, en el soneto “El olvido que
seremos”: Ya somos en la tumba las dos fechas/del principio y el término. La
caja, / la obscena corrupción y la mortaja, /los triunfos de la muerte, y las
endechas/.
Generalmente,
cuando perdemos a alguien cercano, hacemos una parada introspectiva en nuestra
propia vida, buscamos las reminiscencias que nos unieron, tratando de rescatar esa
huella impresa en pensamiento y corazón.
Hoy quiero dedicar
estas palabras para una persona muy querida que acaba de emprender su último
vuelo, Dolores Sandoval Medina, mejor conocida como “Lolita” (1934-2021).
Su vida transcurrió
en el pueblo de Balleza Chihuahua, no contrajo nupcias matrimoniales, se dedicó
en cuerpo y alma al cuidado de sus padres y la tía María Medina hasta su
fallecimiento; fue pilar en el cuidado y sostenimiento del hogar, de sus
hermanos y posteriormente de sobrinos.
En lo que respecta
a su servicio comunitario, será recordada como una mujer de fe, con valores
religiosos cimentados desde su niñez, siempre estuvo al servicio de la iglesia,
ofrecía pláticas de preparación para bautismo, confirmación y otras: así mismo, se destacó como guía y promotora de
las festividades religiosas de la comunidad.
Ella, Catarina
Beltrán y otras voces, entonaban hermosos salmos y cánticos durante la
celebración eucarística o en las procesiones que se hacían por el pueblo.
Predicando la palabra de Dios con su ejemplo de servicio y altruismo hacia el
prójimo.
Aprendió desde muy
joven el arte de corte y confección, elaborando prendas especiales para
sacerdotes y los requeridos en el templo; atendía solicitudes personales de vestuario
y cuando la escuela secundaria de la localidad era por cooperación, fue
contratada para dar ese taller, además estuvo al servicio del DIF municipal en
algunos periodos presidenciales, impartiendo clases y preparando a todas las
mujeres que se enlistaban en sus cursos.
Yo visitaba su
hogar periódicamente durante mi niñez y adolescencia, en su casa siempre era
bien recibida con una sonrisa cálida y un abrazo amoroso; me encantaba escuchar
sus historias y saborear los distintos platillos que preparaba, así como el delicioso
pan horneado en la estufa de leña, que estaba resguardado en blancas
servilletas bordadas por su propia mano. Su cocina tenía el olor peculiar de
hogar, un dulzón aroma de café hirviendo y el sabor que se imprime en los
alimentos cuando se preparan con amor.
Tuvo una vida
plácida y tranquila, su hermana Alejandra le acompañó hasta completar su propio
ciclo de vida; entonces Lolita pasa al cuidado de su sobrina “Eloísa Ofelia
Sandoval Delval”, quien le atendió con amor, paciencia y dedicación hasta el
último momento de su existencia.
Vayan estas letras
como un homenaje a su vida, tratando de preservar su recuerdo.
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