Educación y cambios
Sin lugar a dudas, el cambio es una constante, se produce cada instante sin
siquiera percibirlo, hasta que este es demasiado notorio. Desde el momento de nuestra gestación, hay
cambios y desarrollo; al nacer, dependemos totalmente de nuestros cuidadores y
del entorno que nos rodea, pero a medida que crecemos, el contexto se va
ampliando y es necesario conocer no solo lo familiar e inmediato, sino también
volver la vista al retrovisor del pasado, para encontrar significados en el
mundo que nos rodea, valorar el presente y tener una visión más diáfana del
futuro.
De esa manera, la familia se convierte en parte inherente de la formación
inicial de cada individuo, aporta las bases para la construcción de identidad,
moralidad, normativa y valores propios de la convivencia; tiende puentes que
sirven como andamiaje para toda la vida, ya que es eje nuclear del manejo de
las emociones, por lo que se reconoce como promotora de entornos propicios o
destructivos en la formación del carácter y personalidad.
Es dentro de la familia donde se adquiere el lenguaje y se desarrolla la
comunicación, a través de estas interacciones, se trasmiten sentimientos,
filiaciones, conocimientos; es un proceso simbólico transaccional que abre
puertas y ventanas a las múltiples interrogantes que emergen en búsqueda de
respuestas, al ir conformando la relación que existe entre el yo y la relación
con la otredad, reconocer la evolución y desarrollo de la humanidad.
En la medida que el infante va creciendo, su interacción con otras personas
aumenta, ya no depende solo del ambiente familiar inmediato, sino que va
expandiendo su convivencia a otros contextos, que influyen directa o
indirectamente de manera informal en su aprendizaje y apreciación del mundo.
La escuela, se convierte posteriormente en un agente formal que comparte la
corresponsabilidad de formación y socialización ciudadana.
La curricula escolar se diseña por expertos en diversas ramas del
conocimiento, tanto para dar respuesta
a las demandas inherentes psicológicas, pedagógicas y sociales del individuo
que aprende como del contexto en que se desenvuelve. Las asignaturas y carga
horaria, traen como objetivo ir expandiendo el universo del conocimiento y
hacer partícipes de los eventos que han marcado la historia colectiva de la
humanidad.
Es así, como puede reconocerse la importancia de
la triangulación de los distintos agentes educativos: familia, escuela y contenidos, triada que
proporciona intercambios intencionados al aprendizaje de nuevos conocimientos y
buscan incidir en el desarrollo de las estructuras cognitivas, socio afectivas
y comunicativas del aprendiz.
Este trinomio conlleva la responsabilidad de
desarrollar las competencias para la vida enunciadas por Jack Delors en 1994,
como los cuatro pilares de la educación: Aprender
a Conocer, aprender a Hacer,
aprender a Convivir y aprender a Ser. Reconociendo
la necesidad de adquirir una cultura general amplia, poner en práctica los
conocimientos, privilegiando el trabajo colaborativo, aprendiendo a respetar
las diferencias, practicar los valores y la convivencia pacífica y finalmente
el Ser, entendido como cuerpo, mente, alma, espíritu, inteligencia y
sensibilidad de cada individuo.
La última década del siglo pasado presentó
cambios vertiginosos en todas sus facetas; a partir de 1993, se han desplegado
una cascada de reformas educativas que buscan dar respuesta a la formación que
demanda el ciudadano del siglo XXI. Porque la escuela además de incidir en la
formación intelectual de los individuos, ha de prepararlos para enfrentar los
nuevos retos tanto de índole cognitiva como moral y afectiva.
El nuevo milenio ha acelerado su velocidad y el
cambio más grande que actualmente enfrentamos es el aprender a vivir en medio
de una pandemia que por casi dos años ha azotado sin piedad.
María del Refugio Sandoval Olivas
Maestra
Espejos de vida
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