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Foto tomada de la red
Paradojas
Consciente de que
el aprendizaje proporciona crecimiento intelectual, cultural y, sobre todo,
como seres humanos que cohabitamos en un espacio donde la trascendencia de los
actos individuales tiene un alto impacto en las personas y el ambiente que nos
rodea, recientemente decidí inscribirme en un taller virtual de escritura
introspectiva en el cual nos encargan algunas tareas que se escriben desde la
tranquilidad del hogar para luego presentarse y debatirse en clase. La última de estas, versa sobre la
identificación de los parónimos: casualidades
y causalidades que se han presentado en nuestra vida. Primeramente, encontré que el nombre alude a
las palabras que son parecidas en su pronunciación o forma, pero que tienen
significados distintos. Me remití a buscar su significado encontrando que las
primeras son fortuitas, aparecen de pronto sin buscarlas, por lo que no es
posible su prevención; las segundas en cambio, vinculan su relación entre causa
y efecto, permitiendo su utilización como detonantes e incentivos que requieren
voluntad, dedicación, esfuerzo y perseverancia en su implementación y
desarrollo, por lo que es menester, trabajar en pos de una meta hasta lograr
alcanzarla.
Busqué algunos
ejemplos en la red y pude encontrar un sinfín de experiencias que, comparadas
con las propias, dieron luz a la ejecución de la tarea encomendada. Una vez más comprendí el impacto y fuerza que
tienen los pensamientos sobre las acciones que tomamos.
Casualmente puede
uno encontrarse o conocer a una persona, lo que se haga a partir de ese momento
es una causalidad, se puede olvidar el incidente o a partir de ahí, empezar a
tejer relaciones que permitan un acercamiento, convidar a ese alguien a formar
parte del entramado de nuestras vidas, motivo de nuestros afectos y plataforma
de convivencia, o en su defecto, si después de intimar y conocerle, reconocemos
que no aporta nada positivo a nuestro entorno personal y familiar, aprender a
tender límites y a alejarnos de quien nos causa daño.
Como seres finitos
y mortales, estamos expuestos a convivir
con la enfermedad, accidentes y muerte, casualmente podemos estar en el lugar
equivocado y ser víctimas de un acto de violencia; ir transitando por la
carretera y que un animal obstruya el camino provocando una volcadura, estos
ejemplos y otros muchos más en que la casualidad puede hacerse presente y
cambiar el cursor de nuestra vida; lo
que hagamos de ahí en adelante, es la causa- efecto; podemos pensar en un
panorama sombrío, con nubes que ocultan los rayos de esperanza o en cambio,
buscar las rejillas donde se filtre esa luz que permite que el corazón siga
irradiando energía y calor.
Ante este panorama
de luces y sombras que atravesamos, producto del contexto social, político y
económico que nos toca vivir, se han puesto en boga conceptos como el de
resiliencia, que tiene relación con aprender a superar circunstancias
traumáticas y seguir adelante a pesar de las adversidades; el manejo y control
de las emociones, porque al estar conscientes de estas, se disminuye el
desgaste psicológico, se potencia la autoestima y se aprende a navegar en un
océano de incertidumbres.
Llegamos a la
conclusión que las casualidades son producto de las circunstancias, el aprender
a visualizarlas, incorporarlas o alejarlas de nuestra vida es decisión propia.
Cierro con esta estrofa del poeta mexicano Amado Nervo: “…que yo fui el
arquitecto de mi propio destino/ que si extraje las mieles o la hiel de las
cosas/ fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas/ cuando planté rosales,
coseché siempre rosas”.
María del
Refugio Sandoval Olivas
Espejos de
la vida
Maestra
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