Cuidadores
Recientemente participé en una convocatoria emitida desde
Madrid, que lleva por título “Supercuidadores”, las bases me llamaron la
atención y procedí a enviar mi texto titulado “Cuidándola con amor”, quedando
seleccionada para contribuir en ese magnífico trabajo que se conformó por 200
participantes de distintas partes del mundo. En la página de la editorial se
colocaron los relatos y tuvimos la oportunidad de ir leyendo las aportaciones.
En mi caso, ahondé sobre la bendición de haber tenido la dicha, junto con mis
hermanos de brindar el cuidado y atención a mamá, una ancianita de nueve
décadas y media, cuya fuerza y salud fue menguando en sus dos últimos años de
vida; las situaciones que enfrentamos como familia y el cómo debimos acomodar
nuestros tiempos y espacios para otorgarle la mejor atención posible;
situaciones que, dentro de la complejidad cronológica que vienen implícitas con la edad, pueden considerarse
naturales desde otras perspectivas, pero la familia enfrenta y vive un duelo desde
las primeras manifestaciones de carencias físicas, de memoria, de observar
deterioro y sufrimiento de la persona a nuestro cargo y el triste e inevitable arribo del final.
Se dice que solo tomamos conciencia plena de las cosas
cuando somos partícipes de estas. pasamos por estas, como el caso de nuestra
nieta que contrajo cáncer siendo una pequeñita de ocho años y la batalla que
enfrentamos como familia hasta finalmente perderla. Podíamos escuchar una serie
de casos relacionados, sin embargo, cuando nos toca ser los protagonistas,
estas experiencias adquieren una profundidad que nos llevan a conocer los
abismos del dolor y desesperación.
Por medio de la lectura de distintos casos de cuidadores
que narraron su experiencia, incursiono en un mundo de situaciones diversas,
tales como el desafío de una madre primeriza colombiana, cuyo bebé nace con el
Síndrome de Cornelia de lange, «trastorno genético que causa malformaciones
físicas, internas y cognitivas».
Una enfermera versa su narrativa sobre los enfermos
atendidos durante la pandemia, el sufrimiento y ansiedad causado por el
aislamiento, el único contacto proporcionado era cuando ella u otros enfermeros
entraban completamente equipados, sin siquiera ser visible su rostro.
Una esposa dedicada al cuidado de su marido quien tenía
múltiples dolencias por el cáncer que le aquejaba, sufrió un infarto masivo y
estuvo por meses en coma inducido, hasta el desprendimiento de su cuerpo
terrenal.
Historias sobre casas de acogida, niños que nacen con
enfermedades crónico degenerativas y requieren cuidados especiales; accidentes
que marcan un antes y un después, los zarpazos del Alzheimer y la demencia
senil, entre otros.
Cada caso induce a la reflexión y conexión con las
experiencias que nos ha tocado conocer o presenciar a nuestro alrededor; donde
la enfermedad, síndromes, accidentes o eventos fortuitos, se presentan cual
tentáculos que arrasan y cambian la vida no solo de quien lo padece, sino del
entorno familiar, el papel medular de los cuidadores, quienes debemos aprender a conectar con quien nos
necesita, a comprender lo que le está sucediendo, a disponer la casa como un
remanso de paz y brindar cobijo, amor y seguridad.
Todos y cada uno de nosotros nos convertimos en un
momento de nuestra existencia en
cuidadores del otro, ya sea el hermano más pequeño, a quien le aqueja una
dolencia en particular, pero, quien enfrenta estos desafíos de manera
permanente, merecen nuestro reconocimiento y agradecimiento.
Estas reflexiones quedan como puerta de escrutinio a
nuestra conciencia, ¿Qué tanto aportamos a las personas que dedican su vida a
cuidar del otro?
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