Grito
de independencia
Cada día se viste de una particularidad e importancia por
el solo hecho de que la tierra cumple con su cometido en su movimiento de
rotación. El hombre, preocupado por dejar constancia e imprimir su huella en el
legado histórico, ha instituido fechas emblemáticas en el calendario, que
sirven entre otras cosas, para constituir o refrescar la memoria generacional,
sobre eventos específicos que, aun siendo parte del pasado, conforman la
identidad del presente y dan proyección hacia el futuro.
El entramado social es un tejido artesanal que permite el
reconocimiento de hechos y acciones que dan sustento a la historia de la
humanidad. Es así, como cada 15 de
septiembre, somos convocados para revivir esos momentos gloriosos que nos
dieron patria a los mexicanos.
Las tradiciones se van conformando por la repetición,
sentido y personalización que cada individuo les va otorgando, permeando a su
vez a la colectividad y trascendiendo fuera del entorno que demarcan las
fronteras. La cultura de nuestro país es pletórica en usos, costumbres y
tradiciones, es reconocida, admirada y analizada desde distintos puntos de
vista; como en caso del ensayo “El laberinto de la soledad”, publicado en 1950
por el escritor mexicano Octavio Paz, quien obtuvo el premio nobel de literatura
en 1990.
Este género literario, permite cavilar sobre un tema en
específico, discurre al conocimiento otorgado por otros y a la propia
conciencia reflexiva. En este trabajo se
explica la identidad del mexicano como producto de los acontecimientos históricos
que lo llevan a la ruptura y negación; lo divide en nueve capítulos, uno de
estos, dedicado especialmente a la conquista e independencia y su impacto en el
inconsciente que lleva a determinados comportamientos; mismos que al ser
analizados desde una perspectiva fundamentada, se van encontrando otras aristas
que no habían sido develadas desde la visión personal.
Reconozco que México es un país
colorido, lleno de fiesta, jolgorio, rico en diversidad geográfica y cultural,
en artesanía y gastronomía, producto de esas herencias culturales que han
prevalecido a través de los siglos y se han adoptado a los cambios impuesto por
la modernidad. Al respecto, Octavio Paz argumenta que los mexicanos amamos la
fiesta y las reuniones públicas, dice que la fiesta es un estado de embriaguez
que arroja al vacío para olvidar la soledad, ya que: “El hombre es el único ser que se siente solo y
el único que está en búsqueda de otro”.
En su disertación histórica aporta que, al
perpetuarse la conquista, los aztecas sintieron el abandono y olvido de los
dioses, se impuso una religión universal trayendo consigo la aparición de la
virgen morena en el cerro del Tepeyac; cuyo culto refleja la necesidad de
encontrar apoyo y refugio al sentirse desamparados.
Otorga un capítulo a las máscaras utilizadas,
como actitud de autodefensa, ironía que oculta o satiriza, como emblemas de simulación,
disimulación, silencios y ninguneos, que consisten en transformar a alguien en
ninguno; de ahí se derivan, «de acuerdo las aportaciones de este literato», la
perpetuación de los rituales que son parte inherente de nuestra cultura. De tal
manera que el rito del 15 de
septiembre nos vestimos con los colores patrios, hay danzas, fuegos de
artificio, trajes coloridos, ventas de piezas artesanales, banderas que ondean
desde los establecimientos o puestos comerciales, música, canto y baile que
acompañan el grito al unísono que se emite a todo pulmón, para luego callar
pasivamente el resto del año, ante las injusticias, corrupción, atropello y vejación.
Ante este panorama reflexivo, disfrutemos las fiestas
patrias que son toda una tradición.
Cuquis Sandoval Olivas
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