La rosa con cuatro espinas
Hay locuciones que a
fuerza de la repetición se adoptan en la cotidianidad sin llegar a escudriñar
su significado a profundidad. La frase,
“La lectura es un tesoro”, la he reiterado en mis diálogos y discursos
incesantemente, tanto en los distintos
espacios educativos como en el ámbito personal y familiar, quizá como
muletillas , que apoyen a la reafirmación de mis convicciones respecto al
hábito lector, y empiezo a buscar
justificantes de convencimiento y persuasión, que lleven a interiorizar el
concepto, para que pueda emerger y
aflorar en acciones contundentes.
«Es un tesoro»,
porque guarda en la cofradía de sus páginas, riquezas invaluables de
experiencias, producto de la historia, imaginación, conocimiento, realidades y fantasías
que se compaginan para llevar al lector a mundos distintos, proporcionando
cultura, esparcimiento y riqueza intelectual, que al adoptarse, se convierten en compañeros inseparables de
vida.
Me
gusta pensar en la analogía de la lectura como un «festín de banquetes», donde
hay una gran diversidad de platillos que pueden dar gusto a los más exigentes
paladares y sentidos, solo hay que permitirse en engolosamiento de recrear la
vista, el olfato, el tacto, escuchar las voces de los autores y el sonido de
las palabras, degustar cada frase, en pequeños mordiscos, dejando que la mezcla
de sabores vaya siendo procesados
lentamente por las papilas gustativas,
hasta saciar el apetito del momento; alimento
que en unas horas será digerido y volverá a manifestarse en necesidad imperiosa de ser satisfecha.
A través de la lectura «se
favorece la creatividad, se enriquece el
vocabulario, se potencia la expresión oral y escrita y se desarrolla la
comprensión»; de tal forma que al volver la vista sobre un mismo texto, se
encuentra una gran riqueza de significados, que pudieron pasar desapercibidos
en la primera aproximación.
Vaya pues estas disertaciones para insertar el tema en
cuestión, reseñar una obra de talla mundial, como es “El principito” (1943), que ha sido traducida a más de 250 idiomas
y que ha prevalecido la magnitud y profundidad de su mensaje, no es una tarea
fácil, por lo que me permito solamente utilizar y parafrasear algunas de sus frases más contundentes, desde
mi óptica y perspectiva.
Llamó mi atención el hecho de que en el programa televisivo
“La voz kids”, el cantante Asturiano “Melendi”
regaló a los niños seleccionados en su equipo este libro, previa recomendación
que deben leerlo y apropiarse de todas las enseñanzas que extraerán de sus páginas.
Invariablemente me remití al texto, volviendo a releer la biografía y contexto
del autor, porque dicen los expertos que para interiorizar a una lectura, se
debe conocer tanto al creador como al entorno del momento, para empezar a sacar
conjeturas y apreciaciones conforme se va avanzando. Antoine de Saint Exupéry,
escritor y piloto francés, quien acostumbrado a ver desde las alturas la
pequeñez del hombre ante la inmensidad del universo; retrata por medio de
metáforas y analogías el actuar de este. Se dice que esta creación nace cuando
se perdió en el desierto de Sahara. Habla de planetas pequeñísimos, como el de
su procedencia, donde solo tres cosas poseía y era inmensamente feliz: Una rosa que solo poseía cuatro espinas para defenderse, tres
volcanes y la dicha proporcionada al
contemplar las puestas de sol.
Cada uno de los planetas visitados le dio la oportunidad de
conocer a su único habitante, a con los cuales pudo interactuar por medio de las preguntas insistentes que
formulaba, las sabias respuestas brindadas aunadas a las conjeturas que
aprendió a discernir, como:
“Es mucho más difícil juzgarse a sí mismo, que juzgar a los
otros. Si consigues juzgarte rectamente es que eres un verdadero sabio”.
“Los vanidosos sólo oyen las alabanzas”
“Las personas mayores no les creerán, seguramente, pues
siempre se imaginan que ocupan mucho sitio. Se creen importantes”
“Los hombres carecen de imaginación; no hacen más que
repetir lo que se les dice”
“Los
ojos son ciegos. Hace falta buscar con el corazón.
“Lo compran todo hecho en las tiendas. Y como no hay
tiendas donde vendan amigos, los hombres no tienen ya amigos. ¡Si quieres un
amigo, domestícame!...
“Sólo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es
invisible para los ojos”
—Los hombres de tu tierra —dijo el principito— cultivan
cinco mil rosas en un jardín y no encuentran lo que buscan. —No lo encuentran
nunca —le respondí. —Y sin embargo, lo que buscan podrían encontrarlo en una
sola rosa o en un poco de agua...
—Pero los ojos son ciegos. Hay que buscar con el corazón.
Dentro
del análisis que se hace de este magnífico texto, se rescata una introspección
profunda, una relación directa con la familia, el entorno y consigo mismo. Al
final el principito fallece, de esta manera, el escritor deja entrever el duelo
por la pérdida de su hermano, que en su
vuelo a las estrellas se despoja de su
cuerpo terrenal:
―¿Comprendes? Es demasiado lejos y no puedo llevar este
cuerpo que pesa demasiado.
Y es así como cada personaje aporta calidad y calidez al
texto; El vanidoso, el rey, la flor, el farolero, el bebedor, el hombre de
negocios, el cordero, el habilidoso y
astuto zorro; el lector puede encontrar semejanzas y adentrarse en cavilación
por hechos y circunstancias que hayan acontecido en su vida.
Hay momentos en que solemos revisar, revalorar y reacomodar nuestra vida ajetreada, empezamos a examinar y evaluar nuestras acciones, logros
y metas alcanzadas, en un recuento de lo que hemos perdido y ganado; instantes
preciosos que nos permiten reformular y
revalorar quiénes somos y el por qué estamos en este mundo.
Les invito a regalarse y regalar la lectura de este texto,
que sigue impactando en distintos continentes y en personas de diversas edades.
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