Fragmento del libro Balleza, tierra de soñadores
En
medio de uno de los cerros se encuentra una cruz de madera, labrada y colocada
desde tiempos remotos por quienes profesaban la religión católica, como un
recordatorio de que un hombre había pagado por los pecados de todos los seres
humanos.
3 de
mayo, fecha conmemorativa del día de la
santa Cruz, gente que lleva ese nombre,
se preparaban física y mentalmente para iniciar la escalinata familiar desde la
madrugada, por un camino escabroso, sorteando las dificultades propias, ese
paseo además de cumplir con el deber moral religioso tenía un tinte educacional,
se recolectaban hierbas medicinales, mostrando a las generaciones más pequeñas
la distinción de flora y fauna existente, la caza de algún zorrillo para
extraer y disecar su carne, por las propiedades y proteínas que se le atribuyen
que purifican la sangre y ayudan a erradicar algunas enfermedades; la piel de
víbora para molerla y hacer sal que posteriormente serviría para la sazón de
alimentos.
El
tinte social se debía a la satisfacción plena de llegar a la cima, por
compartir con la familia y comunidad el alimento preparado, las historias,
leyendas y noticias que en ese tiempo llegaban solamente por correo postal, o
por algún osado viajero que pasaba.
Al
unísono, decían sus oraciones, plegarias y alabanzas, a la vez que mezclaban
las últimas melodías que se escuchaban en los acordes de los músicos de viento
que en la década de los 50 del siglo XX alegraban las festividades.
Al
atardecer, iniciaba el descenso, felices por haber estado más cerca del cielo,
el cumplimiento de penitencias que algunos feligreses se habían impuesto a sí
mismos a cambio de la obtención de algún beneficio a la salud o agradecimiento.
El
esparcimiento también brindaba salud emocional al recrear la vista con las
figuras geométricas perfectamente trazadas en la llanura; el pueblo y sus
alrededores, mostrando su magnificencia y esplendor con los bellos colores y
paisajes que brinda la naturaleza desde las alturas.
Las
dificultades encontradas eran similares al ascenso; sólo que cargaban el
cansancio, emociones y ajetreo del día, infantes dormidos en los brazos de sus
progenitores o hermanos mayores y los estragos por las bebidas etílicas
consumidas por algunos durante la celebración.
Aunado
a lo anterior, el mes de mayo es donde las temperaturas alcanzan su mayor
incremento y la flora en esos parajes es escasa y pequeña, no brinda protección
para las inclemencias del sol, por lo que, al caer la tarde, podía observarse
rostros rojizos por las horas expuestos a los rayos solares
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