Hay acontecimientos que cimbran, penetran hasta lo más
profundo de las entrañas, nos hacen reconocer la fragilidad de nuestra vida
terrenal y nos colocan en el umbral de la conciencia, donde podemos
reconocernos a través del dolor que embarga a las personas con las cuales
crecimos y convivimos a través del tiempo.
Esos sentimientos, emociones y reconstrucciones son
precisamente los que nos hacen comunidad; el nacer, crecer y desarrollarse en
un entorno, donde se comparten alegrías y tristezas, el ser testigos de éxitos
personales y familiares, son parte inherente del amor y lazos construidos a
través del tiempo.
Cada familia enfrenta sus propias batallas, algunas son producto
de enfermedades, de los estragos que va causando el tiempo en el cuerpo; otras
de accidentes, los cuales nunca pensamos que vamos a transitar.
Desde hace un tiempo, hemos sido testigos del dolor que
embarga a la familia Medina Tarín, pero también de la solidaridad, respeto y
empatía que la comunidad ha mostrado. Ha hecho patente su presencia de
distintas maneras; brindando amor, llamadas, mensajes y manifestado su sentir a
través de las redes sociales.
Ha sido un golpe contundente tras otro, primeramente, la
gravedad que provocó el accidente, luego el deceso de ese pequeño angelito
quien fue luz, alegría y esperanza en sus hogares y corazones; posteriormente, la
muerte de su progenitora y en estos últimos días, el triste final de Dianita
Javalera Medina.
Una mujer joven, entusiasta, emprendedora, llena de
proyectos personales y familiares, quien deja a su esposo, dos pequeñas niñas,
su madre, hermanos y familiares sumidos en un profundo dolor con su partida.
Por este medio, hacemos patente nuestras condolencias y
reiteramos el cariño que les profesamos.
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