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martes, 15 de diciembre de 2020

Que mejor regalo a tu terruño que narrar su historia.

                                                      La navidad y yo




Navidad en mi pueblo

    ¡Balleza de mis amores! Terruño tatuado en corazón y pensamiento; cuyo espacio ha dado cobijo a tantas generaciones, compartiendo memorias, recordando semblanzas, experiencias e historias compartidas. Pueblito custodiado por cerros, que se erigen cual fieles guardianes protectores, que visten sus laderas con los colores ornamentales de las estaciones.
    
    Así las cosas, en diciembre, los habitantes del pueblo, adquieren un nuevo boleto de abordaje en el tren del renacimiento de la vida. Aligeran su equipaje, dejando las preocupaciones que han sostenido sobre sus hombros por once largos meses y se preparan para las grandes celebraciones.
Este mes, da entrada al invierno, donde el frio del exterior se mezcla con el calor emanado de los hogares; los olores y espirales de humo de estufas y chimeneas se esparcen por el azul grisáceo del horizonte; el sol se aleja de la tierra, para dar paso a nuevas manifestaciones de la naturaleza; las estrellas brillan con intensidad en el firmamento; el campo usa su vestido de gala, como si el pintor universal hubiese arrojado con su pincel destellos de color blanco, cuya pureza recuerda el milagro de la concepción, aligerando cargas, lavando sinsabores y limpiando desesperanzas.

    Navidad, palabra que encierra en sí expectativas, representada por el color del follaje de los pinos, por la mirada inocente del niño que espera recibir su juguete añorado de manos de Santa Claus, por los padres ansiosos que añoran al hijo ausente; el enfermo que aguarda el milagro de sanación, por quien anhela la libertad perdida; esperanza de un mañana mejor, sin violencia, donde solo haya cabida para el amor.

    Predominio del rojo candente, cual prueba fehaciente de la sangre del salvador derramada por los pecados de la humanidad; color del líquido vital que corre por nuestras venas y alimenta el cuerpo; tinte representativo del corazón que late al unísono, vibrando con la intensidad de la añoranza, solidaridad, empatía y ayuda para el más desprotegido.

    Hay posadas, piñatas, platillos representativos como ponches, buñelos, sopaipillas. Intercambio de buenos deseos, abrazos, regalos, reuniones y reencuentros familiares; pero, sobre todo, predomina la convivencia, remembranzas y lazos de unión indisolubles a través del tiempo y la distancia.

    Balleza vive intensamente sus celebraciones, cada año son nuevas generaciones las que abordan y se suman a este proyecto de vida y lamentablemente son otras tantas las que hacen su parada definitiva en el viaje sin retorno.
Balleza vibra con las campanadas navideñas, con los cánticos de alabanza, con las memorias de su gente; con las nostalgias y alegrías que han dejado impreso el eco del recuerdo.



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