Cortina
de lágrimas
Hay momentos que la luz se extingue ante el fulgor de la
oscuridad; el conocimiento de las cosas se pierde en el ramaje de la
incomprensión y no penetra un ray a la
razón. Se ensombrece el pensamiento y caen gotas de pesadumbre en el corazón.
El equilibrio permite el balance de pensamientos y
emociones, se encuentra tambaleante e incierto; hábitos y rutinas cual preámbulo
a la fijación de conductas han sido modificados; la relación con la otredad es
una amenaza; la fragilidad entre salud y enfermedad pende de un hilo; el miedo
a la muerte es más intenso que nunca; me reconozco vulnerable; con miedo de
perder a mis seres queridos o extraviarme en las brumas del olvido.
Las noches son el preludio de insomnio y pesadillas. El
miedo se apodera de mis huesos, estoy expectante escuchando los ruidos y
respuestas de mi cuerpo.
Los días tienen un flujo diferente, estático, con una
dimensión de pesadumbre y expectación. Las celebraciones familiares y
culturales se rigen por la frialdad de las cámaras; las interacciones se
posesionan de la imagen, la palabra, pero falta el calor y la emoción de la
cercanía.
La profusión del canto de los pájaros llega nítida a mi
conciencia; mis sentidos se han enaltecido, mi espíritu se encuentra
expectante, despierto, para gozar el instante y aprisionar el momento vivido.
El aire circundante se convierte en cómplice del ayer, trayendo
el baúl de los recuerdos, las sombras de los muertos, las risas, y
socialización con los míos; hay un río cubierto de lágrimas que baña a los
muertos y a los vivos.
La evitación se ha convertido en mi cómplice, huyo de
noticieros, trato de escabullirme en las sombras de la ignorancia, para evitar
el horror, incertidumbre y desazón que causa este infortunio.
Los planes se han aplazado, todo ha quedado estático,
suspendido, ocultando el rostro, alejándose de hábitos y rutinas, quedando en
el limbo.
No puedo acompañar en su pesar a amigos que despiden a
sus seres queridos. Tampoco puedo evitar el preguntar la causa del deceso, si
hubo contagio o el observar a ese monstruo invisible en el roce de otro cuerpo
con el mío.
Grandes pérdidas se están enfrentando, hay inmensos
desafíos. El primero es sobrevivir y no enfermar, conservar el empleo, que el
sueldo alcance, que la violencia frene y la corrupción se acabe.
Vivir sin miedos, sin incertidumbres. Gozar el abrazo y
volver a experimentar lo que ya teníamos y no sabíamos valorarlo a profundidad.
Quiero que mi voz cimbre montañas, que los ecos taladren
las entrañas de la tierra, que se eleven por el firmamento y se encuentre la
vacuna que terminará con este tormento.
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