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sábado, 9 de mayo de 2020

Parodiando a mamá

Hoy como ayer, agradezco la oportunidad de un nuevo día.




Parodiando a mamá
Cuquis Sandoval Olivas
Hidalgo del Parral, Chihuahua
02 de mayo del 2020
Soy producto de la constelación de su amor; llevo sus genes, su sangre, su crianza. Me arropo en las remembranzas que dejó diseminadas y sembradas en mi esencia; su imagen, bendición, aroma, palabras y consejos vivirán por siempre en mi corazón. Mujer de fe y determinación inquebrantable, su cariño, es la fuerza motora que me levanta e impulsa ante las embestidas del destino; estoy segura que cada día me parezco un poco más a ella. Quizá sea la forma que inconscientemente he adoptado para sentirla cerca; el revivir sus ademanes, manías, costumbres y expresiones que cotidianamente utilizaba.  ¡Mmmmm qué cosa tan sabrosa! –Exclamaba, al dar el sorbo a su café o al vaso de refresco. − ¡Qué raro! Estoy segura que aquí lo dejé. – murmuraba cuando traía algo extraviado. –Nombre sea de Dios, −Murmuraba antes de probar sus alimentos. –Dame el estropajo con mucho jabón para tallarme bien, −Decía cuando estaba bañándola, y se restregaba todo su cuerpo.
En sus momentos de introspección y tristeza cerraba el puño y ponía su mano dominante (izquierda) sobre su boca o entrelazaba sus manos acariciándolas suavemente, al tiempo que su vista se perdía en los recuerdos nebulosos del pasado.  Usaba crema “Ponds azul” para la cara, “Del Real” amarilla para los pies, aceite de almendras para el cuerpo, crema para el cabello; peine especial para sus rizos; después del baño diario, se hacía todo un rito antes de ayudarle a cambiarse. Yo, nunca me había lavado la cara con jabón, utilizaba cremas o lociones para limpiar las impurezas; a raíz de su muerte, inconscientemente empecé a lavarla y tallarla minuciosamente, gozando el chorro del agua al caer sobre el rostro, y al terminar el baño exclamó justo como ella lo hacía. − ¡Que sabrosura!

Tuvimos la gracia de gozar su presencia y regocijo en su amor, por casi 95 años; fue madre y padre a la vez de seis botones que germinamos en su vientre; mi hermana mayor, tres varones, yo y el más pequeño. Vine al mundo cuando ella rondaba sus cuatro décadas; dormí a su lado hasta el momento de casarme, ella gustaba de pasar sus dedos por mi cabeza, para arrullarme hasta que me quedaba dormida; al paso de los años; cuando fue menguando su paso, y las carencias de la vejez apropiándose de sus fuerzas, solíamos sentarnos muy cerca, tomarnos de la mano y gozar de diálogos y confidencias, lo mismo que de la música mística de los silencios. Disfrutaba enormemente narrar sus historias del pasado; escuchaba atentamente las lecturas que le compartía, sobre todo, cuando ella era   la musa principal de mis escritos. Siendo una mujer que se forjó en el trabajo y debió abrirse camino sola en la crianza de sus hijos, el sentirse útil era algo esencial; por lo que, era convidada a ayudarme en la cocina con tareas sencillas, como limpiar las verduras, picar el tomate o simplemente, decirme los pasos para preparar tal y cual alimento. Otra de sus facetas es que su casa fue punto de reunión familiar; ahí amaba recibir a la familia, por lo que siempre que había oportunidad, invitábamos a una congregación especial. La música era parte de su vida; cuando le gustaba una canción, la mandaba grabar hasta 10 veces en un solo CD.  Quedamos huérfanos, un hueco que nadie podrá llenar, carencia de esa figura protectora especial; siempre manifestó un amor sin límites, sin barreras, atenta a escuchar, abrazar y consolar. Le amo tanto mi viejita hermosa, ¡lleguen mis palabras envueltas en lágrimas hasta la eternidad!

1 comentario:

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