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Amor platónico
María del Refugio Sandoval Olivas
Era una noche como cualquier otra, María se encontraba
taciturna, un velo de amargura cubría su
faz; sus grandes ojos pugnaban por
detener las lágrimas que se agolpaban en las pupilas; sus brazos cruzados sobre
su regazo, parecían encerrar y retener la
soledad que desde un año la había
hecho presa.
Contrajo matrimonio con Don Servando, hombre acaudalado
propietario de varios negocios del
pueblo, le doblaba la edad, pero había
puesto su mirada en esa frágil y hermosa chiquilla que día a día entraba a la única
tienda de abarrotes a buscar los enseres propios del hogar, pidiendo
avergonzada, una postergación del crédito.
El día de la boda, él lucía radiante, presentaba ante la comunidad la joya en bruto que acababa
de adquirir. Ella caminaba a su lado, orando por que el amor llegara a tocar su
corazón y ser una esposa virtuosa.
Los fuertes ronquidos de su marido la hicieron volver a
la realidad, su amplio vientre se movia junto al estrepitoso ruido producido
por la obstrucción del paso del aire y
el babeo resbalaba por la
comisura de sus labios. No pudo evitar que las lágrimas fluyeran sobre su
rostro y su ceño se frunciera con un rictus de dolor.
Unos suaves toquidos a la puerta del comercio la
volvieron a su realidad, como sonámbula se dirige a atender el negocio. ¡No
podía creerlo!, ante sus ojos se encontraba el médico del pueblo, un joven mozo
que había ido a prestar su servicio social. Limpió las gotas que aún
tambaleaban en sus pestañas, se acomodó el pelo, alisó el vestido y tratando de
ocultar las emociones que le despertaba su sola presencia preguntó:
-¿En qué le puedo ayudar?
-Para ponerme a sus órdenes, -dijo, y fue suficiente para
que María volviera a sonreír, soñar y
vivir.
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