Hablemos del silencio
Maestra María del Refugio
Sandoval Olivas
Se da inicio en torno a
esta temática citando al filósofo, Friederich Nietzche: “El camino a todas
las cosas grandes pasa por el silencio”, entendiendo la acepción como:
lapsos, pausas e intervalos, propios de nuestra verdadera naturaleza.
El silencio es un componente omnipresente y
necesario no solo en la comunicación verbal y no verbal, sino en todas las
manifestaciones del ser humano. Se encuentra presente en el arte, brindando una
amplia perspectiva estética a la música, al exhibirse descansos o notas
musicales sin ejecución; en la quietud de la pintura, tal cual aparece en los cuadros de Leonardo
Da Vinci, que muestra una naturaleza estática, con un mítico silencio que
circunda la atmósfera pictórica; el
teatro lo presenta tal si fuera un elemento imprescindible, lleno de
gestualidad y balanceos; en el arte moderno de hacer poesía, se dice mucho con
pocas palabras, las cuales aparecen de un modo más intencional, con noción de
aliento, espacio y visibilidad, con blancuras y silencios que van
encadenando formas estéticas. De igual manera, se hace presente en la
filosofía oriental, cual sinónimo de sabiduría y en el ámbito religioso como
forma predilecta de acercamiento a lo divino, a la comunión con un ser
omnipotente.
La palabra silencio es polivalente, existe en la
parte oscura del sueño, en el final de la conversación, en las manifestaciones
culturales y religiosas; cuando sin necesidad de emitir palabras, una mirada o
expresión corporal, se dan a conocer sentimientos y emociones; porque hay momentos que los discursos distraen y entorpecen el
mensaje, siendo más oportuna la comunicación basada en la ausencia del lenguaje
verbal.
El silencio ha imperado
desde antes del comienzo de todas las cosas, es autónomo, no ha sido tocado por
el tiempo, sigue prevaleciendo y dando un toque de armonía, tranquilidad y
sosiego al ajetreo cotidiano y ruidoso de la vida.
Permite la reconexión con
el interior; que aflore la
espiritualidad y permeé la calma. Es un compás de espera, que vence el parloteo
mental y fantasmas acuciantes de memorias, palabras y bombardeo de imágenes,
hasta lograr un encuentro consigo mismo.
En medio del silencio, se
logra armonizar el yo interior, utilizando la respiración, inhalando y
exhalando hasta encontrar ese lapso de paz, que a su vez, emana energía a todo
el cuerpo y abre canales de comunicación; permite que fluye la vida; la paz; distintas perspectivas de reflexión y
escucha activa de la interioridad. De ahí la máxima del filósofo Sócarates: “Conócete a ti mismo”.
Sin embargo, al sumergirnos en la quietud de su
abrigo, podemos escuchar el palpitar del
corazón, las voces internas de los organos; es por ello, que el binomio “silencio-
escucha”, no es solo una condición para la introspección y contacto con la voz
interior, sino un descanso, un alto, un aislamiento con el mundo exterior que ayuda a revalorar y redirigir nuestros
pensamientos y acciones.
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