Espejos de vida / Los libros: mapas para comprender el mundo
Cada tema es una línea convergente que abarca una infinidad de subtemas. Al desglosarse, estos abren nuevas aristas cuyo desarrollo exige lectura atenta, investigación rigurosa y procesamiento profundo de la información. Solo así es posible asimilar, ordenar y, posteriormente, compartir lo aprendido con los demás.
El universo del conocimiento es tan vasto como el propio cosmos, y las posibilidades de aprendizaje continuo resultan inagotables. Bien lo expresó el filósofo Sócrates como punto de partida para reconocer su ignorancia: “Solo sé que no sé nada”. En la medida en que ampliamos la perspectiva hacia horizontes más lejanos, advertimos que la expansión es tan amplia que nos obliga a dosificar el camino y fragmentar el todo en partes comprensibles.
La filosofía, considerada la madre de todas las ciencias, nació precisamente de esa necesidad humana de contemplar lo que sucede a nuestro alrededor: los fenómenos naturales, los actos cotidianos y las grandes interrogantes que acompañan nuestra existencia. Desde entonces, buscamos sentido y significado, convencidos de que pensar es una manera de habitar el mundo.
Grecia, cuna de la civilización occidental, cimentó bases tan sólidas que más de dos mil años después siguen estando vigentes. Con el paso del tiempo, hemos aprendido a separar el conocimiento por épocas, categorías y contextos para así revisar su origen, desenredar su desarrollo y comprender su evolución.
Escribir sobre una temática específica me ha llevado a transitar por un sinfín de lecturas, tanto de especialistas como de aficionados. Cada libro ha dejado una huella profunda en mi manera de comprender el mundo. Cada autor me abre una puerta distinta, me invita a aprender a discernir su mirada, a adentrarme en su pensamiento, a descifrar sus códigos e incluso a crear poco a poco los propios, en un proceso que busca armonía y equilibrio interior.
En nuestra sala de lectura Leyendo y Reconstruyendo, estamos abordando el libro del médico y neurocientífico Eric Kandel, cuya investigación lo llevó a recibir el Premio Nobel de Medicina en el año 2000. En su obra explora el órgano más complejo del universo: el cerebro y sus procesos mentales. Inicia relatando su biografía, explicando cómo su formación como historiador, médico, biólogo y psicoanalista lo llevó a comprender por qué ciertos recuerdos de su infancia quedaron impresos en su memoria, otorgándoles un poder de continuidad hasta su vida adulta.
Kandel expone que los avances de la ciencia no nacen únicamente del laboratorio, sino también de la observación permanente del contexto social y humano. Nos recuerda que el conocimiento no se construye en soledad: es una trama compartida, un tejido colectivo donde cada mente aporta un hilo que fortalece y enriquece la tela común del saber.
Si la epistemología fuese estática, jamás habríamos alcanzado los avances que hoy nos asombran. Todo lo que poseemos es fruto de un largo camino, de incontables esfuerzos que levantaron los cimientos y las estructuras que sostienen estas columnas del conocimiento. Comprenderlo no solo inspira humildad intelectual, sino también gratitud por quienes, antes de nosotros, iluminaron el sendero.
Concluyo este somero análisis, con la aseveración de que todo aprendizaje es un viaje que nunca concluye. Cada una de las interrogantes que nos planteamos, son puerta que se abre para visualizar y comprender otras dimensiones; cada certeza se puede desbalancear, porque se convierte en un nuevo peldaño hacia otras búsquedas.
Siendo así como estos verbos en infinitivo: comprender, desear, querer, interrogar, entre otros, nos permiten abrazar con humildad nuestra capacidad de razonar y discernir, y, al mismo tiempo, cultivar el asombro: fuerzas que impulsan el espíritu a seguir avanzando.
Aprender no es acumular datos, sinotransformar la mirada con la que observamos el mundo y a quienes lo habitan. En ese tránsito silencioso entre lo que somos y lo que anhelamos ser, descubrimos que el verdadero valor del saber reside en compartirlo, dialogarlo y permitir que toque la vida de otros.
Porque, en última instancia, conocer es reconocernos como parte de un tejido mayor,de una memoria colectiva que nos antecede y nos trasciende. Y mientras sigamos preguntando, “Leyendo y Reconstruyendo”, la luz del pensamiento nunca dejará de encenderse.















