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Aunque sabemos que la muerte es nuestra eterna compañera, esa sombra que nos ha seguido a lo largo de los días, muchas veces la hemos logrado eludir gracias a los avances de la medicina, al cuidado preventivo y a otras medidas, buscando no solo prolongar el tiempo, sino mejorar la calidad de vida. A pesar de esto, cuando la muerte llega de manera definitiva, el impacto es irremediable, y la vida se ve alterada por la ausencia.
Reconocemos que la muerte se presenta bajo diversas formas para poner un punto final a la frágil línea de la existencia: enfrentamos la enfermedad, el deterioro físico del cuerpo, los accidentes, y en el caso que hoy nos ocupa, el feminicidio. Este acto cruel y devastador acaba con la vida de una mujer, quien desempeñaba múltiples roles: como hija, hermana, madre, sobrina, amiga, maestra, entre otros. La reciente tragedia que ha marcado a nuestra localidad con la pérdida de Lucero Zapien Urbina, una mujer que ya no podrá seguir iluminando la vida de sus seres queridos, nos deja con una huella imborrable de dolor. Ahora, su luz no guiará más en este plano terrenal, pero su memoria se ha elevado al firmamento, convirtiéndose en parte de la indignación colectiva ante la violencia que persiste en nuestra sociedad.
Lucero, como tantas otras mujeres, ya no solo es una víctima de feminicidio, sino un símbolo de resistencia, de lucha por la justicia. Su partida nos recuerda que esta violencia no solo se cobra la vida de una persona, sino que desgarra la esencia misma de la comunidad.
El término “feminicidio” como delito específico se instauró en el ámbito legal en 2012, pero antes se concebía como un crimen pasional o violencia doméstica. Este fenómeno ha sido una constante en la cotidianidad de muchas mujeres, que no han elegido ser víctimas, sino que se han visto atrapadas en la indefensión, en la vulnerabilidad, y en la falta de protección ante sus agresores. Las mujeres no debemos vivir con miedo, no debemos temer por nuestra vida cada vez que salimos de casa, pero la realidad es otra, y es cada vez más evidente que este flagelo no solo persiste, sino que crece.
De acuerdo con las estadísticas nacionales, los feminicidios siguen en aumento, y lo que es aún más alarmante, muchos de estos crímenes quedan impunes, enterrados bajo la burocracia de la justicia. La sociedad ya no puede permanecer en silencio ante este ciclo de violencia; el clamor de las voces que exigen justicia, seguridad y el fin de la impunidad se eleva más fuerte que nunca. Los gritos de indignación resuenan en cada rincón, reclamando por la reconstrucción del rompecabezas de la verdad, que no se permita que el miedo y la impotencia paralicen nuestra capacidad de acción.
Su familia, alumnos, compañeros docentes y comunidad en general, han emprendido esta manifestación, que clama y exige un alto a la violencia. Demostrando con hechos, que es fundamental despertar como sociedad, que se tomen medidas efectivas para garantizar la seguridad. Ya no podemos seguir permitiendo que se sigan cobrando vidas de manera tan despiadada. La memoria de Lucero, como la de tantas otras, debe convertirse en un motor de cambio, en una llamada urgente a la acción. La lucha por la justicia no debe detenerse. La reconstrucción de un futuro más seguro y digno para las mujeres de este país comienza con el compromiso de todos.
En estos momentos de tristeza, nos unimos al duelo de la familia y seres queridos de Lucero Zapien Urbina. Hacemos patente nuestro más sentido pésame. Que Lucero descanse en paz, y que su luz siga iluminando el camino hacia un futuro más seguro para todas las mujeres.
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