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martes, 15 de abril de 2025

Un alma que voló a la luz





En su octogésimo octavo aniversario 





Un alma que voló a la luz

(8 de febrero de 1937- 13 de abril del 2025)

Nuestra sensibilidad humana nos hace desarrollar apego por las personas que nos rodean; vamos entretejiendo vínculos y redes indisolubles, que se refuerzan en cada encuentro, mirada, confidencia y evento compartido. Es una malla sólida de afectos que se multiplica y alimenta con la llamada, el diálogo e interacción, con el compartimiento de alimentos o, simplemente, con la escucha activa: esa donde se sincronizan los sentidos y puede disfrutarse el instante de estar cerca de la persona amada.

Hoy mi corazón se encuentra afligido, porque, aun estando consciente de la fragilidad de la existencia y del peso extra que se va agregando con cada año transcurrido —tanto en el cuerpo como en el espíritu—, esperamos el regalo de su presencia por mucho tiempo más, sobre todo cuando la mano benevolente del Omnipotente ha cubierto de luz y gloria la vida y el sendero por el que transitamos.

Coty García fue adoptada por nuestra familia; ella era la tía, la abuelita, la consejera, quien aplaudía nuestros logros y nos acompañaba en momentos álgidos y de alegría. Siempre le hicimos saber la importancia de tenerla dentro de nuestro núcleo familiar, extendiendo las redes hacia el resto de la familia y demás amistades en nuestro entorno.

Abordar el tema de su existencia, sin duda alguna, nos lleva a resaltar sus muchas cualidades. Una mujer con ochenta y ocho años de edad, que conservaba una memoria fresca e inalterable al paso del tiempo: podía recitar los poemas aprendidos desde segundo año de primaria, recordar nombres y eventos de familias, amistades, compañeros de escuela, y relatar la evolución de la infraestructura de la ciudad, entre otros.

Solo la vimos derrotada cuando perdió a su hijo Ernesto. Los meses de duelo fueron de profunda oscuridad; fuimos testigos de las muchas lágrimas vertidas y de su esfuerzo constante por reconstruir, una y otra vez, su historia familiar.

Después de un año desolado, empezó a experimentar la resignación y la aceptación de que su hijo estaba descansando. Una vez más, vimos asomar la sonrisa en su rostro, escuchar sus bromas, sus versos, y todo aquello que la definía fue volviendo a su lugar, esparciendo su fe, esperanzas e ilusiones a su alrededor.

Estoy profundamente agradecida por el regalo de su presencia en nuestra vida, por cada gesto, palabra y acción. Compartimos historias, sueños, tardes de juegos a las cartas, sus bromas y anécdotas que nos permitieron conocer ese contexto donde ella creció.

Ella, siempre atenta a cada invitación —ya fuera a festejos, a mi casa, a Balleza o a algún restaurante— apenas llegaba yo ante su portón, ya estaba esperándome, con su llave colgada al cuello, muy guapa y con las palabras listas para iniciar la conversación.

En cada lugar que visitamos había personas que la conocían; todas y cada una se detenían a expresarle su afecto y admiración. Y ella se sentía orgullosa y feliz por contar con tantas amistades.

Cuando la sombra de la enfermedad y la muerte aparecía llevándose a personas conocidas y cercanas, ella expresaba su petición al Creador: que le concediera la gracia de partir a su lado, gozando de sus plenas facultades y sin estar en hospitalización. Dios escuchó sus ruegos y le concedió partir en medio de un sueño, en su habitación, rodeada de sus recuerdos, sus cosas y ese espacio tan acogedor, lleno de luz.

Descanse en paz, querida Coty. Siempre vivirá en nuestro corazón.


Carta a Gabriel García Márquez




Hgo del Parral, Chihuahua, 7 de abril del 2025

Querido Gabo: 

    Perdona la familiaridad del trato, pero a fuerza de recurrir a tus letras, a escucharte en distintas entrevistas y conferencias, te siento tan cercano que me permito utilizar tu diminutivo, como cariñosamente te llamaban las personas cercanas a tu entorno.


    Aunque no fuiste mexicano por nacimiento, sí que lo fuiste por defunción, y finalmente esos son los dos parámetros que tenemos en la vida. 

Debo confesarte, que no he podido leer tu obra cumbre con la que te hiciste acreedor al Premio Nobel de Literatura en 1982; lo intenté por dos ocasiones y me perdí en el constructo de tantos personajes mencionados. Reconozco que necesitaba madurar como lectora para interpretar y encontrar los significados que vertiste en esa magna novela, por lo que prometo, será mi próximo reto literario. 


    Sin embargo, me inmiscuyo en la historia de tus padres captada en el libro “El amor en tiempos de cólera”, donde Fermina y Florentino, me envolvieron en la magia del amor; gocé sus encuentros, sufrí sus desatinos, reí, lloré, experimentando una gama de sentimientos, producto de la magia con que se entrelazan tus relatos.


  El otoño del patriarca, me remitió a reconocer al dictador mexicano Porfirio Díaz, quien duró 33 años en el poder, y que por su voluntad jamás hubiera desistido de este. En tu libro, retratas a ese opresor que conservó el poder por más de 100 años, cometiendo barbaries e injusticias y frenando el progreso; por otro lado, logras trasmitir a tus lectores el sentimiento de soledad que embarga al protagonista, poniendo en evidencia las atrocidades a las que conduce el poder sin límites. 


    “El coronel no tiene quien le escriba”, novela que leí cuando cursaba la educación secundaria por el año de 1977, confieso que la elegí por su brevedad y por no tener muchas opciones a la vista, no conocía el alcance de tu trayectoria como escritor; sin embargo, al volver a retomarla al paso de los años, reconozco su profundidad y calidad literaria; porque tus textos son como la mar, entre más me introduzco e inmiscuyo en su análisis, más riquezas voy encontrando. En esta obra, se reflexiona sobre la esperanza y la resignación, sobre las consecuencias de mantener los principios y la dignidad personal en una sociedad corrupta, con memoria frágil y quebradiza porque al dejar de prestar los servicios al patrón, se puede quedar en el olvido, pasar hambres, sin que la sociedad recuerde los honores obtenidos estando al servicio de la patria. 


    Esta novela presenta una semejanza de lo que sucede con las personas en edad madura que habitan en países tercermundistas; que ven pasar sus mejores años trabajando, cuando las fuerzas los abandonan y las necesidades aumentan, tales como: compañía, afecto, tiempo, servicios médicos y seguridad social, enfrentan un cruel abandono, de la familia o sociedad en general.


    En “Crónica de una muerte anunciada” supiste delinear a cada personaje a la perfección, porque tus letras son historias vivas de desigualdad y violencia, las cuales aún en la actualidad, siguen reproduciéndose en toda su crudeza, en varios continentes. El protagonista principal es Santiago Nasar, joven de 21 años, quien es acusado por Ángela Vicario de violación. Cuando ella se desposa, su marido la regresa por no ser virgen; como si la mujer solo poseyera el valor que le brinda un himen intacto y la pureza fuera el timbre de calidad impreso en su persona. Era necesario encontrar un culpable para vengar la afrenta familiar y comunitaria. Los hermanos de ella lo encuentran y les dan muerte a cuchilladas. 

También en ese texto realzas la importancia de la religión y sobre todo, de sus mandatarios, porque a llegada del Obispo causó tal conmoción, que era el tema más importante del momento; opacando las advertencias y anuncios sobre esa muerte que estaba ya anunciada.

    “Los funerales de Mamá la grande” y pudiera seguir enumerando tus obras, pues en cada una que visito, encuentro un mundo por explorar, tanto conocimiento que espera ser retomado, confrontado con los tiempos y contextos para adquirir significado; porque supiste captar por medio de tus letras, los acontecimientos de la vida cotidiana para relatarlos de manera extraordinaria y hacer al lector, partícipe de estos, que vibre, sienta y experimente las emociones narradas. 


    Tu incursión con maestría en varios géneros literarios, desde cuento, novela, ficciones, reportaje, entre otros; obras que, a fuerza de ser leídas, comentadas y analizadas por los expertos, te concedieron la nominación del padre del realismo mágico, que se caracteriza por incluir elementos fantásticos en una historia real.


    Dejaste un legado pletórico de enseñanzas, un camino sembrado de historias que me han hecho sonreír, llorar, enojarme y experimentar un sube y baja de emociones encontradas. Gracias Gabo, por dedicar tu tiempo a sembrar huellas en este laberinto de palabras. 


    Te escucho en audios y videos y me complazco al captar los mensajes emitidos, observar esa mirada diáfana donde se retrata el amor y el agradecimiento por más de ocho décadas vividas a plenitud.


    Descansa en paz Gabito y sigue relatando historias en el más allá.

Afectuosamente

Cuquis Sandoval Olivas