Aportando desde mi espacio
personal
La escritura es el arte de plasmar por medio de palabras los
sentimientos y emociones que rondan como fantasmas por la mente, buscando la
luz y el vehículo de comunicación que les permita salir del túnel del pensamiento,
para una vez colocadas con articulación y coherencia, puedan dar vida al
mensaje; este a su vez, inicia su camino en busca de un interlocutor, sembrando
la comunicación y el intercambio de ideas, mismas que nos permiten estar en
constante crecimiento personal y social.
Cuando se delimita el tema a abordar, se observan y analizan las
distintas aristas que lo componen, aparecen datos inconexos, aislados, hasta
que la magia del fino hilo con que se tejen las ideas, van colocándolas en el
orden preponderante para formar frases, párrafos y entonces, ocurre la magia
del texto.
Es por ello, que la lectura se convierte en el ingrediente
principal de la escritura, pues en la medida que se va adquiriendo mayor
vocabulario y más conexiones con otras historias, datos y situaciones similares
a las que se desea expresar, cual pieza de rompecabezas, empiezan su acomodo,
permitiendo avizorar la forma y reconstrucción de canales propicios.
Hoy leí el cuento “Max y
su sombra” (2012) de José Luis Regojo, «poeta venezolano y activista por
los derechos humanos», en éste, se nombra a la muerte como esa sombra que está
presente desde el momento del nacimiento y nos sigue por doquier; se infieren varias
lecturas diferentes, como: la
resiliencia, el duelo, la depresión y con extrema delicadeza aborda el tema del
suicidio y como el protagonista escapa de éste.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) publica en 1914
“prevención del suicidio, un imperativo global”, aportando datos estadísticos
muy alarmantes, como el que cada 40 segundos alguna persona del mundo atenta
contra su vida, cada año se suicidan más de 700 mil personas, para el 2016,
esta cifra aumentó a 800 mil. además de los múltiples intentos no consumados,
siendo ésta, la cuarta causa de muerte entre los jóvenes de 14 a 19 años.
Según las cifras del Instituto Nacional de Estadística y
Geografía (INEGI) presentadas en el 2018, el estado de Chihuahua representa la
tasa de suicidios más alta a nivel nacional, con un rango de edad oscilante
entre 30 y 34 años, para el 2019, Hidalgo del Parral Chihuahua, encabeza el
primer lugar.
Se han desplegado una serie de medidas preventivas desde el nivel global hasta el personal; como la implementación en la curricula escolar
de educación socioemocional que busca despertar en los educando una gestión
asertiva y la autorregulación de las emociones, se imparten talleres y
conferencias sobre la depresión, la resiliencia y sobre todo, se ha trabajado
arduamente sobre la urgencia de que la comunidad comprenda que los problemas de
salud mental, deben de tratarse con el apoyo de especialistas, que prevalezca
la empatía, respeto y comunicación con las figuras centrales de apego. La
ansiedad, depresión, aislamiento e inestabilidad son algunos de los rostros
visibles; las causas pueden ser multifactoriales: bullying o acoso, rechazo,
discriminación, abandono, pérdida de un ser querido, entre otros.
Al ser una problemática recurrente que pone punto final a
la existencia personal, deja una estela de dolor en la familia y llagas lacerantes
en la comunidad; surge la siguiente pregunta: ¿Qué podemos hacer al respecto? aportar desde nuestro entorno, favoreciendo mejores
y más gratificantes relaciones familiares y sociales, con más amor, diálogo y
entendimiento.
Trabajando, primeramente, el desarrollo socioemocional personal,
incluir actividades al aire libre, en la interacción con otras personas, en
construir espacios positivos en nuestro entorno, para luego aprender a dar, a
compartir esa energía y ser generadores de esperanza.
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