Una de las acepciones etimológicas de la palabra política
proviene de ciudad, por lo que se explica como el “arte propio de los
ciudadanos” y el “arte de vivir en sociedad”. Aristóteles definió al hombre
como un animal político, porque es capaz de crear y organizar la vida de las
ciudades y el actuar de las sociedades.
Platón, escribe en el año 370 a.C. 10 libros sobre la
República, explicita en cada uno de estos, cómo sería el estado justo, ideal y
ético, así como las características de sus gobernantes; en sus disertaciones
hace uso de alegorías y mitos, como el de los metales, donde las clases
sociales quedan de manifiesto: oro para los gobernantes, plata para los
guardianes y bronce para quienes producen los bienes: artesanos, comerciantes y
jornaleros «resto de la población». Desde ese entonces la palabra «democracia»
está en boga, incluso en el libro IX, se dice que el hombre tirano surge del
hombre democrático.
El siguiente personaje seleccionado para ahondar sobre el
tema es Maquiavelo, nacido en Florencia en el año de 1469, durante su infancia
y juventud fue testigo presencial de cómo se aplicaba el poder y las
consecuencias derivadas, posteriormente ocupó un cargo de gobierno en política
exterior y asuntos militares; la educación recibida y experiencias personales
en el mundo político, contribuyeron a la formación de su pensamiento. Es hasta
después de su muerte que se publica su libro “El príncipe” (1532), «prohibido
por la iglesia y que sale a la luz con el movimiento de la Ilustración».
Este preámbulo introductorio lleva la intención de hacer
un saltó en la memoria selectiva para llegar a la reflexión del momento actual.
Las sociedades se han conformado con base a luchas
sangrientas impulsadas por la pasión y los ideales; las conquistas de los
derechos y la estipulación del ser y hacer ha quedado de manifiesto en la
Constitución Mexicana. La historia se encarga de mostrarnos los hechos
objetivos que han predominado para llegar y sostenerse en el poder, basta
recordar a Don Porfirio Díaz y sus 33 años como presidente.
Indudablemente, la ambivalencia de la vida siempre
presenta ambas caras de la moneda: lo bueno y lo malo. El surgimiento del
primer partido que nace en 1929, saliendo triunfante en las elecciones por 71
años consecutivos, hasta la entrada del nuevo siglo y milenio que pierde ante
un partido de alternancia.
En ese devenir histórico, los mexicanos hemos visto
desfilar una serie de gobernantes de índole nacional, estatal y municipal,
centrando las esperanzas en la toma de decisiones que aludan a esos valores
instituidos desde la visión filosófica platónica: prudencia, valor, templanza y justicia y los cuales hemos visto
crecer en letra más no en acciones contundentes en pro de una mejor
sociedad.
Este escrito conlleva la intención de que quien lo lea,
pueda hacer una introspección sobre los procesos políticos actuales; que, a la
hora de emitir el voto, sea hecho con la convicción y certeza de estar
eligiendo no a un partido, sino a la persona que mejor pueda representar los
intereses colectivos; no fragmentar familias y amistades por tener una opinión
distinta; no caer en el juego de creer todo lo que escucha y ser trasmisores de
desprestigio.
Me despido trayendo a colación una frase de Maquiavelo: “Hay que ser cauto en el creer y en el
obrar y proceder con moderación, prudencia y humanidad, de modo que la excesiva
confianza no lo haga a uno incauto y la excesiva desconfianza no lo haga
insoportable”.
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