El
arte de escribir
Arte
significa creación, ordenamiento de la razón; imprimir el sello personal a lo
que se piensa; el estilo adoptado por el creador aporta precisión, claridad y
armonía.
Escribir, es
hilvanar palabras; unir las sílabas con cohesión y coherencia, generalmente
surge la idea como una luz en el pensamiento, se conceptualiza y en la medida
que se van formando frases y párrafos, la palabra se convierte en vehículo del
pensamiento, que trasmite un mensaje y que espera al receptor para entablar un
diálogo.
El
incursionar como creador de escritura implica conocer la gramática, «que es la
ciencia que estudia las combinaciones y componentes de una lengua» y la
sintaxis «que es el arte de combinar las palabras correctamente». De esa forma,
se incursiona en varios campos y contextos donde se quiere emitir un mensaje.
Tanto la lectura como la escritura, son competencias que están en constante
reconstrucción y desarrollo, forman parte medular de nuestro entorno personal y
social. Requerimos leer el mundo en que vivimos y externar nuestro pensar y
sentir. Citando al pensador brasileño Paulo Freire (1974) quien dice: “leer-escribir
es un proceso dialéctico que sintetiza la relación existente entre
conocimiento-transformación de nosotros mismos”.
Por lo tanto, cuando leemos lo que
sucede a nuestro alrededor y lo comparamos con lo que pasa en otras esferas,
vamos interiorizando una conciencia, podemos emitir una opinión fundamentada y
cuando lo trasladamos a la escritura, nos permite una transformación interna de
nuestros propios pensamientos.
El arte de
escribir no es innato, es una habilidad que se desarrolla procesualmente; le
antecede la lectura como preámbulo y puerta introductoria al mundo del
conocimiento; no solo se aprende de los textos ni de la educación formal, sino
de la observación de hechos cotidianos, de la interiorización y reflexión de
las cosas que suceden y pasan por el escrutinio de la conciencia y luego de la
confrontación con lo que dicen otras lecturas provenientes de diversos autores
Escribir, es
un verbo que trae consigo un equipaje de deberes, pero también de
satisfacciones; requiere tiempo, esfuerzo, paciencia, dedicación, perseverancia,
voluntad de dar existencia al mensaje y el anhelo latente de compartir con
posibles lectores, quienes, a su vez, tienen la posibilidad de asentir o
disentir con lo expuesto, pero que, de alguna manera, se convierte en fuente de
conversación entre escritor y lector.
La invitación
implícita en este artículo, es que sigamos cultivando estas competencias de la
lectura y la escritura, que escuchemos al anciano, que rescatemos las historias
que seguidamente pasarán al rincón de los olvidos; hay tanta sapiencia y
experiencia en cada uno de ellos; observemos lo que gira a nuestro alrededor,
emitamos nuestra opinión cada vez más fundamentada, reconociendo que la verdad,
es relativa, «todo depende del cristal con que mira».
Volvamos a
retomar la pluma y el papel, o en su defecto, las redes sociales; emitamos
nuestros pensamientos y sentimientos por medio de la carta, el mensaje escrito,
el diario personal, entre otros muchos recursos; sin olvidar, que siempre debe
prevalecer el respeto, tolerancia, empatía y solidaridad hacia los otros.
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