Soy
Maestra
Son distintos los caminos que llevan a obtener un título
en educación; circunstancias que se han ido modificando de acuerdo a los
requerimientos propios del contexto y de las necesidades del sistema educativo.
A partir de la implementación de la Secretaria de Educación Pública en México (1921),
el reto inmediato era la expansión y empezar a llevar alfabetización; por lo
que personas con primaria terminada, ingresaron a las filas del magisterio para
convertirse en alfabetizadores y más adelante se irían comprometiendo con los
cursos propedéuticos.
A partir de mediados
del siglo XX, la cobertura de las escuelas por todo el territorio mexicano era
notable, por lo que personas con secundaria terminada, ingresaban directamente
a la escuela normal y en tres años salían con título en mano, listos para
llevar su misión a los rincones más apartados del país o estado.
Por los 80, se abre la oportunidad que personas con
secundaria terminada empiecen a trabajar dentro del magisterio y cursen su
educación al mismo tiempo en escuelas
formadoras durante los periodos de receso vacacional y en fines de semana.
Posteriormente, se da la exigencia que antes de entrar a
la normal, se haya cursado la preparatoria, obteniendo un título, cuatro años
después de licenciado en educación.
La escuela, también es puerta de entrada donde pueden
florecer otras profesiones, sobre todo de nivel secundaria, medio superior y
superior; recibiendo los cursos de nivelación pedagógica donde se cursan las
materias propias de didáctica y pedagogía.
Este es el escenario donde el aprendizaje es inacabado,
hay un nuevo término aplicado que es «INCOMPLETUD», eso significa que hay que
estar en constante actualización y profesionalización por los cambios que se
presentan a una velocidad frenética y exigen que el maestro esté preparado para
enfrentarlos.
Recientemente leí un texto de Pablo Latapi, quien dice que
esta profesión tiene sus ambivalencias y claroscuros de la luna; resalta los
retos y áreas de oportunidad que el docente enfrenta cada día, pero también
menciona la enorme satisfacción que experimenta cuando contempla el milagro del
aprendizaje, cuando puede mirar esos ojos que se iluminan, la sonrisa que se
dibuja en el rostro, las palabras de agradecimiento de sus alumnos y el raudal
de amor que recibe a diario.
Concuerdo con estas disertaciones, estoy inmensamente
agradecida por la oportunidad brindada de ingresar a las filas del magisterio
en 1986 en la secundaria de mi pueblo natal Balleza, Chihuahua. La inmensa
cantidad de aprendizajes que recibí de mis compañeros de trabajo, de mis
alumnos, quienes con sus interrogantes me obligaban a estarme actualizando;
agradecida con las escuelas que en su momento me fueron brindando las
herramientas necesarias para desenvolverme en esta hermosa profesión.
El aprendizaje, no solo se recibe de los currículos y maestros
que imparten la cátedra, sino de los compañeros de viaje, con quienes se
construyen lazos indisolubles de amor y compañerismo. Se comparten
experiencias, vivencias, métodos, técnicas y las bases teóricas; en la medida
que se va adquiriendo significado, se aprende a valorar intensamente lo que se
hace.
Soy una maestra sedienta de aprendizaje, al terminar un
ciclo de preparación ya estaba pensando en el siguiente, con la mirada puesta
en el horizonte, en la búsqueda de respuestas a tantas interrogantes que, al
igual que la utopía, en la medida que vas avanzando, esta se va alejando diez
pasos más.
Incursioné en varios ámbitos educativos: docente,
subdirectora, directora y jefa de enseñanza, a la par que laboré en varias
escuelas diseminadas en distintos espacios del estado: Balleza, Parral, San Francisco
del Oro, Delicias, Guachochi y de vuelta a Parral. También tuve la suerte de
impartir clases a preescolar, primaria, secundaria, nivel medio y superior,
adquiriendo con ello, la experiencia de conocer y apreciar las diferencias
substanciales de cada etapa. Trabajé en la escuela formadora de docentes,
acompañé a varias generaciones en su trayecto formativo. Me jubilé en el 2017,
actualmente fui invitada a volver a la escuela normal, estoy laborando de forma
virtual, una nueva modalidad, donde los retos están al día, pero también las
esperanzas, los sueños compartidos y los lazos de amor que vamos tejiendo por y con la docencia.
Felicidades a todos los maestros en su día, por ser
constructores, andamios, guía; por ser esa luz que ilumina el sendero del
conocimiento, quien sienta las bases para que las nuevas generaciones tomen
decisiones más informadas, más conscientes y reflexivas; porque en nuestras
manos está la formación de carácter, templanza, resiliencia y valores.
¡Sigamos siendo sembradores!
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