Una
comunidad se conforma por cada uno de los habitantes que la moran, son quienes
le dan sustento contextual e histórico; sus interacciones van conformando la
memoria colectiva, por lo que todos y cada uno es importante para su desarrollo.
De tal manera que cada pueblo va conformando sus ritos, costumbres y
tradiciones y estos van trascendiendo generacionalmente.
Quiero
hacer mención de uno de los ritos funerarios que se llevan a cabo en los
Estados Unidos y que atrapó mi atención positivamente. Después del servicio
funerario, se reúnen en la casa del difunto, llevan comida, bebidas y efectúan una
especie de reunión social, forman pequeños círculos de convivencia que se van
intercambiando y el tema central es referente a los buenos recuerdos que deja
la persona en ellos.
Es
una manera de despedirse, de rendirle respetos a quien emprende el viaje
definitivo, incluso de aportar anécdotas y memorias que algunos de los deudos
desconocían.
Bajo
esta premisa y con el permiso de los administradores del grupo y los respetos y
consideraciones que me merece la familia Villalobos, Villalobos, quiero hacer
mención de algunas cosas que recuerdo de Agustín Villalobos; así mismo, debido
a la contingencia sanitaria que estamos atravesando, nos es imposible
acompañarles físicamente en este momento tan doloroso, por lo que podremos
aportar recuerdos agradables de Agustín, que puedan servir de bálsamo y consuelo
a sus deudos.
Cuando yo era pequeña, no había muchos carros de motor en el pueblo, él fue una de
las pocas personas que tenían camioneta; manejaba con extrema precaución, llegaba y se estacionaba
al frente de la tienda y bajaba ceremoniosamente a comprar sus cigarros “Raleigh”
Su esposa, una mujer sumamente bella y cinco hijos con los que tuvimos la
suerte de concurrir en distintos espacios y contextos.
Un
hombre emprendedor, negociante, muy inteligente, ganadero, respetuoso y amable, quien se
ganó el reconocimiento y aprecio de la gente que tuvimos la suerte de conocerle.
Tuvo
una vida plena, rodeado de sus seres queridos; su cuerpo fue mostrando los
signos y síntomas de la edad y hoy regresa a la tierra que le vio nacer.
Rogamos
al creador por la paz de su alma, la pronta
resignación de su esposa e hijos y que brille para él la luz eterna.
Cada vez que alguno de sus moradores emprende el viaje final, se lleva consigo un trocito de la vida comunitaria; la vida sigue, pero ya nada es igual.
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