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jueves, 23 de abril de 2020

Hoy como ayer, agradezco la oportunidad de un nuevo día.

https://www.elsoldeparral.com.mx/analisis/sembradora-de-amor-5137268.html




Sembradora de amor
Por Cuquita Sandoval Olivas
Quiero compartir una de las máximas bendiciones que he tenido en mi vida y que seguramente, ustedes encontrarán eco y coincidencias en el sentir y expresar de este artículo.
Después de 40 días en aislamiento, ha habido tiempo más que suficiente para formar e instalar otros hábitos en nuestro diario actuar, pero lo más importante, en mi caso, ha sido el hurgar introspectivo y reflexivo que conllevan los espacios de silencio, donde se puede entrar en comunión y sincronía con las prioridades en nuestra existencia afectiva. Los cambios que hemos tenido que implementar han sido difíciles, sobre todo para las generaciones más jóvenes. “La casa de los abuelos”, siempre ha estado abierta para que mis nietos pasen fines de semana, vacaciones y el tiempo que sus padres les permitan. Actualmente, cerrada por protección mutua. Los brazos que los acogían con calor, se encuentran cruzados sobre los hombros, con la distancia recomendada. Hoy más que nunca, he reconocido lo frágil y efímera que puede ser nuestra existencia, por lo que deseo patentar por escrito el amor y agradecimiento que profeso a mis seres queridos.
En esta ocasión, hago referencia a la sexta de mis diez nietos: Dana Yaniel Cano Pérez, quien, primeramente, manifestó descontento y tristeza por no permitirle acunarse en nuestros brazos, así como el venir a pasar vacaciones a nuestra casa, misma que ha sido su segundo hogar desde el momento que nació.
Es una niña de 10 años, con una agudeza y sensibilidad muy desarrollada, debido a los problemas que ha tenido que enfrentar. A los pocos meses de nacida, su hermana mayor fue diagnosticada con cáncer; por lo que aprendió: a succionar alimento con un popote al negarse a tomar el biberón; sus balbuceos iniciales y a dar sus primeros pasos afuera del hospital; con la imagen de una madre sufriendo, primero por la enfermedad y después por la muerte y ausencia de su hermanita; circunstancias que le privaron de atenciones, cuidados y alegrías de una mamá devastada por el duelo; entonces, se afianzó desesperadamente a la figura paterna, misma que perdió al poco tiempo con la separación y aislamiento de su padre.
Como abuelos, le hemos acompañado en sus lágrimas y tristezas, pero también, estamos conscientes de la resiliencia y fortaleza que ha construido a su alrededor. Hemos tomado sus manos desde sus primeros pasos, tambaleantes al principio, y adquiriendo seguridad en la medida que crece. Dana se destaca por esa sonrisa angelical, irradia y contagia amor; es fácil de hacer amistades, de conversación ágil, de mirada pura y diáfana, de quien transporta emociones y despierta sentimientos, cuando entona melodías con esa hermosa voz heredada de su madre; una niña, que por siempre ha tenido mascotas a su cuidado, desarrollando ese vínculo especial de protección y atención que sabe brindar.
La niña del ayer, hoy se encuentra en la antesala de la pubertad, dispuesta a enfrentar los retos de la adolescencia con valentía y entusiasmo; algunos comportamientos han cambiado, como el disfrutar su propio espacio y privacidad; ama viajar y pasar tiempo con la familia, manifestando con sus palabras, que es lo primordial que poseemos; es la compañera incondicional, que siempre tiene alguna anécdota o historia que relatar, además de que le apasiona dar consejos y recomendaciones.
Aplaudo el dinamismo que imprime en todas las actividades que realiza; desde las escolares, personales y sociales. Guardo en el baúl de los recuerdos, fotos que constatan el paso del tiempo, dibujos y cartas que elaboraba de pequeña; cuando disfrutaba dormir en nuestra cama y la independencia que ha ido adquiriendo con el paso de los años.
Declaro abundancia de salud, fe y prosperidad en su vida, le auguro que siempre será esa sembradora de ilusiones que va en pos del arcoíris de sus sueños.

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