Este poema nace en un momento de angustia;
cuando como madre, sabes que no puedes
detener más a tus hijos en el nicho que construiste para su seguridad y confort;
estás consciente que deben aprender a navegar en aguas tranquilas y
turbulentas, para saborear las mieles y aprender a ser resilientes ante las
adversidades y turbulencias que se presentan; en el camino de la vida, a medida
que crecemos, vamos dejando la dependencia, el apego; porque cuando crecemos, hemos de emigrar en búsqueda
de nuevos horizontes y convertirnos en tejedores de nuestros propios sueños.
Sabemos que en la rueda de la vida se van
repitiendo y reproduciendo las situaciones, un día, también nosotros salimos de
nuestro hogar, sin entender el dolor que dejábamos en nuestros progenitores.
Emancipación
-Me
voy madre, -pronunció mi hijo,
-me
marcho de casa,
voy
buscando emprender mi vuelo,
tomar
decisiones propias
construir
caminos y senderos.
Soy el
director de mi propia orquesta
cada
día aprendo a tocar y bailar mi ritmo;
a
partir de este momento
¡soy
autónomo, autosuficiente!
libre
como el viento.
Alcanzaré
la cima
abrazaré
el éxito
construiré
mi nido
subiendo
peldaños,
conquistando
colinas, montañas,
y
abruptos acantilados
Me
dejó perpleja, muda, en silencio
con
las alas rotas y el nido vacío,
le di
bendiciones, abracé sus sueños
le tendí mis brazos, y el
palpitar de nuestros corazones,
como tantas veces, se fundió
en uno solo.
Como
cuando estaba dentro de mi útero,
que le
alimentaba y le protegía
de las
inclemencias y de los tropiezos.
Le
abrí las puertas, acomodé sus alas
Y en
mustio alborozo le dije;
-Vuela,
hijo mío, ha llegado el tiempo,
¡Ya creció mi niño! ¡Ya se ha hecho hombre!
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Bienvenido a mi blog, no te retires sin dejar tus comentarios.