Las chicas del café
Los seres humanos somos entes sociales por naturaleza, requerimos congregarnos con las personas que compartimos metas, proyectos, objetivos y pasatiempos.
Al igual que compartimos nuestro tiempo con personas afines, los alimentos y bebidas juegan un papel fundamental en esa interacción social, nutriendo a la par cuerpo y alma, dando gusto a los sentidos que son los que nos permiten gozar los colores, sabores, olores y sonidos acompañados de una amena charla.
En la medida que se va dando la convivencia, se van estrechando lazos de afecto y cariño sincero, mismo, que al igual que una semilla plantada en tierra fértil, va creciendo y floreciendo al recibir los cuidados necesarios.
Desde hace unos ayeres, “las chicas del café”, hemos compartido en torno a una mesa, con una humeante y aromática taza de café, confidencias, emociones, sentimientos, problemas, así como tristezas y alegrías; la dualidad de la vida ha pintado nuestro sendero con distintos matices de colores, cada una ha enfrentado distintos retos y ha ido construyendo su propio camino.
Nos hemos acompañado en el nacimiento y crecimiento de nuestros hijos, fiestas, eventos familiares, así como en los momentos trágicos de enfermedad y despedida de nuestros seres queridos.
Nuestro hombro ha sido un bálsamo que conforta, recibe lágrimas, sollozos y tristezas para aligerar su carga; nuestros brazos se han abierto para aprisionar y encerrar ese afecto que se trasmite en el calor del cuerpo y la cercanía de los corazones latiendo al unísono; nuestros labios se abren para reír ante las ocurrencias o anécdotas, para aconsejar, para confortar y nuestros oídos están prestos a escuchar.
Entre sorbo y sorbo de ese espumoso y exquisito café, aprisionando la vasija que lo contiene entre nuestras manos, hemos palpado su calor, aspirado su aromático olor; ha servido de alivio para el corazón maltrecho por circunstancias tristes que como seres humanos e imperfectos tenemos que enfrentar, ayudando a lavar el alma y el espíritu.
Cuando “las chicas del café” nos reunimos, entonamos las hermosas melodías del recuerdo, danzamos al ritmo armonioso de la música; lloramos, reímos, conversamos; compartimos confidencias de mujer, esposa, madre; dialogamos sobre las situaciones cotidianas del trabajo, del entorno y personas que nos rodean; hablamos de las últimas novedades de películas, series, libros y emociones que nos generan; de los viajes y paseos, de los problemas y aciertos de los hijos, de nuestros sueños, esperanzas e ilusiones.
Esperamos con alegría esos encuentros, en que dejamos nuestro rol en casa y nos convertimos como los mosqueteros: “todas para una y una para todas”.
En torno a una taza de café, somos mujeres con sentimientos, pensamientos y emociones, que deseamos sentir el calor de la amistad, el cosquilleo de las confidencias y el palpitar de las emociones.
Reunirse con las amigas y saborear una taza de café, es un ejercicio terapéutico, relajante, estimulante, liberador que además va formando cadenas y anclajes para atrapar y almacenar energía positiva en nuestra vida.
Concluyo el presente escrito, reafirmando que mi salud emocional se ha visto altamente favorecida al rodearme de personas a las cuales profeso un cariño especial, ya que me permite liberarme del estrés, dar y recibir afecto y acumular experiencias positivas.
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